Sinopsis
Prólogo
Ángel guardián
La preparación
Los mejores momentos
Por qué Dios me envió a la tierra
Lo que soy
La extraña joven
La segunda plaga
Mi familia
Mi historia
La preparación
El Génesis
El dolor o la felicidad?
El rostro borrado (primera parte)
El rostro borrado (segunda parte)
La amenaza
Presagio
Una tarde en la vida de la Muerte
El mundo dividido en dos
El recuerdo que jamás olvidaré
La oportunidad
El fin es solo el comienzo
Epílogo
Mi historia
Tamara


Hace unos millones de eones, al comienzo, estaba mí hermano mayor junto a mí. Éramos unos simples ángeles, que "tuvimos" más suerte que los otros, quizás nuestra gracia no tenía ningún pecado o solo fue suerte y subimos de rango. Nos volvimos superiores a los demás, nuestros poderes se desarrollaban mucho más rápidamente y eran diferentes.

Los ángeles se fueron destruyendo lentamente, no sabíamos la razón, pero iban desapareciendo cada vez más rápido. Nunca habíamos esperado quedar nada más que nosotros, no queríamos eso. Nos gustaba como era nuestra vida, teníamos todo lo que queríamos, nada quedaba fuera de lugar. Estaba maravillada de todo lo que habíamos logrado juntos, éramos la familia más poderosa, la única que pudo sobrevivir.

Mi hermano, por ser el mayor, tomó el puesto, el puesto de Dios y yo como su mano derecha. Siempre estábamos juntos, en todo momento, sabíamos lo que el otro pensaba p quería decir. Nuestra relación no tenía nada malo, todo era perfecto. Estaba orgullosa de mi hermano, sabía que él lo estaba de mí.

Cada día que pasaba, me parecía comenzar a diferir de él, eso me dolía. Un día de la noche para la mañana empezó a crear, crear y crear... hasta que por fin descanso. Su descanso me pareció perfecto para poder hablar con él sobre todo lo que estaba creando. No me agradaba la idea de que creara y creara, así no podíamos estar juntos. Él deseaba crear y crear, yo solo quería estar a su lado.

Él quería crear a la raza humana, su hijo y yo nos opusimos, no queríamos que él arruinara nuestro cielo y/o tierra ya creada. Nos gustaba lo que teníamos, nos parecía perfecto y ya no queríamos algo, solo estar con él, en ese momento, no creíamos que eso era mucho, pero él lo creyó. Así que por esa simple disputa que tuvimos, nos desterró. A Lucifer lo envió al infierno, junto conmigo.

El infierno era tan horrible tenía sus niveles, tortura y demás, era frío, helado apenas tocabas el suelo con tus pies te congelabas. No sentías nada, no había nada que se pueda hacer para salir de allí, eso era lo que pensábamos con mi sobrino. Pensamos que estaríamos allí hasta el final de los tiempos.

Lucifer nunca sintió el frío de ese lugar, ya que él tenía un poder desarrollado. Un poder de fuego, el cual utilizó para que no muriéramos, el descongeló el infierno haciéndolo un infierno sin fondo, solo pocas almas han llegado al final... yo fui una de ellas, el final es helado y te toma unos nueve meses, luego caes en la tierra, en un vaivén naces, mueres, naces y mueres y caes nuevamente a él.

Esperaba un día no morir, tenía que encontrar la manera de sobrevivir. Debía aprender, pero no podía, ya que mi odio por esos seres se dejaba a la vista de todo. Hasta ahora no morí, yo detesto a los humanos y ahora es lo que soy. Dios, mi hermano, me había borrado de su mente, borro el sufrimiento y mis poderes.

Después de cumplir los dieciséis años, me di cuenta que había algo raro en mí, que no era una simple humana. Mis poderes se desarrollaban dentro de mí y yo no me daba cuenta, hasta que un día solo sucedió. Exploté, mis poderes me hicieron fuerte. Recordé todo, mis poderes, mi dolor y a ese amor que dejé.

Jamás conté mí historia, hasta ahora, el comienzo del Apocalipsis, el comienzo del fin... ya era tarde, ya había roto el último sello que me mantenía y eso solo significaba una cosa que iría por él y le mostraría que es el dolor, la venganza y sabía que le dolería mucho, por venir de su familia... su familia real.

Sabía que Dios no me esperaba, él no sabía lo que yo podía recordar. Eso me daba una gran ventaja sobre él. Debía confesar que no quería cobrar venganza, no quería lastimarlo, pero tenía que hacer algo para que él notase su error.

Yo no era un ser malo, solo di mi opinión, pero a él no le gustó y decidió hacer lo que quería.

Pensaba que mi hermano me amaba, todo ese tiempo en el que estuvimos juntos pensaba que me amaba, pensaba que era feliz con nosotros, pero él comenzó a crear muchas cosas. Cosas que eran terribles, pero no veía sus errores, solo lo de los demás.

Sabía que hice cosas que quizás no tendría que haber hecho, pero no necesitaba un castigo como ese, solo que mi hermano me hablara y me dijera que eso que hice estaba mal. Necesitaba palabras para de ese modo aprender, quizás si él me hubiera hablado, yo no estaría planeando mi venganza hacia él.

Mi hermano era muchas cosas, lo era todo, no solo para mí también para otros, pero a él eso no le bastaba. Él necesitaba que más creyeran en él, yo no quería eso. No quería que seres crean en mí, sabía que existía y con eso me mantenía viva.

La vida era cada vez más extraña, todo tenía una razón que solo mi hermano podía ver, los demás no lo cuestionaban, pero él tenía que aprender que no está solo. Yo soy tan poderosa como él, sus seguidores también eran los míos, ya que sin mí… él no sería nada. Todo se mantiene gracias a una balanza de Luz y Oscuridad.

Dios sabía que si yo moría, él también lo haría.

No quería morir, pero si eso es lo que tenía que hacer…

Yo nunca dudaba de mis acciones, sabía lo que quería, sabía del modo en que lo haría. La vida me sorprendía a medida que el tiempo pasaba en la tierra, yo me había apoderado de ella. Nadie lo sabía, estaba allí, mandando desde las sombras. Mi hermano nunca lo supo y si lo supo, nunca hizo nada para detenerme.

Todo el tiempo en la tierra, supe que las personas estaban llenas de oscuridad y de luz; los mundanos tenían parte de nosotros, pero no sabía cómo mi hermano consiguió mi oscuridad. Ningún otro ser la poseía, pero ahora, todos los mundanos la tenían, algunos más que otros. Debía confesar que muchos la usaban de un modo aterrador, pero tenían su estilo. Un estilo extraño y único, pero agradable.

Había muchas cosas mundanas que no comprendía, pero me mantenía al margen. No estaba ahí por los humanos, tenía que seguir mi plan al pie de la letra.

Todo era muy extraño, cuando estaba sola me ponía a pensar en los buenos momentos que había pasado con mi hermano, pero luego, recuerdos de lo malo se hacían presentes y ya no podía pensar en nada más que la venganza.

No sabía lo que era correcto y lo que no, si hubiera estado con mi hermano, seguramente, sabría la diferencia de ello. Sí, lo estoy culpando de eso. Lo culpo de muchas cosas, pero no quiero seguir así, sabía que él no tenía la culpa de todo.

Muchas veces, me aburría. No sabía qué hacer, todo era igual y nada cambiaba, a veces, me divertía viendo triunfar al mal. Esperaba que mi hermano arreglara las cosas, quería una oportunidad para hablar con él, pero nunca podía verlo. Siempre enviaba a sus ángeles.

Pensaba que ya era tiempo de que Dios se hiciera cargo de algo, quería que él venga a mí y me castigara. Quería verlo, saber cómo estaba, pero nunca tuve la oportunidad para hacerlo, por ese motivo, mi odio crecía cada vez más.

En un momento de mi vida, no sabía odiar, solo sabía amar. En ese momento, era un ser feliz, pero mi hermano me hizo cambiar. Quizás él no era feliz, pero no tenía porqué arruinar mi felicidad. Yo lo hubiera unido a mi felicidad, siempre hacía eso, pero esa vez no me dejó darle explicaciones.

Cuando mi hermano se enojaba, nunca se ponía a hablar, él solo castigaba. Muchas veces miraba hacia atrás, pero luego…

Nunca lo hacía.

Lo hizo conmigo y con su hijo, ¿a quién más podría arruinar?

Recordé que muchas veces, las personas que iba conociendo a lo largo del tiempo que estuve en la tierra me iban abandonando. No era mi culpa, no era de ellos, era de mi hermano. Él acababa con las vidas, enviaba a sus ángeles con aquella especialidad y me obligaba a sufrir de diferentes modos.

Encontré en algunas personas la bondad de las almas, esas personitas que ayudaban sin más. Sabía que a mi sobrino aquello le hubiera agradado, ya que él era uno de esos seres. Mi sobrino siempre ayudaba, encontraba la manera de ser un ser de utilidad, pero mi hermano lo cambió por completo.

Mi hermano encontró la manera de destruir lo más preciado, a la familia. Yo estaba sola, al igual que él y mi sobrino, todos estábamos solos. Tendríamos que haber encontrado la manera de volver a unirnos, pero eso no sucedió.

Sabía que si Lucifer hubiera salido del infierno, habría atacado sin misericordia. Por ese motivo, me alegré de que aún estuviera allí. Él no encontró la manera de salir, no siguió mis pasos y confió en mi palabra, pero yo lo traicioné.

A mi sobrino le prometí que volvería por él, que no hacía falta que me siguiera. Yo le dije que todo iba a estar bien; él aceptó mi palabra y me ayudó con todo lo que yo necesitaba. Debo confesar, que sin él no hubiera salido del infierno. Sin su ayuda, yo seguiría estando junto a él, en ese lugar tan despiadado y atroz.

Mi hermano tenía suerte de haberse quedado en el cielo, ahí todo era color de rosa, no había nada en mal estado y el tiempo no pasaba. Las dimensiones del tiempo en el infierno eran abrumadoramente rápidas, mucho más que en la tierra. El tiempo pasaba tan rápido, que cuarenta años en el infierno, eran cuatro meses en la tierra.

Todos esos enones, me preguntaba lo que haría cuando vea a mi familia de vuelta, sabía que cobraría la venganza, sabía que si mataba a mi hermano, yo también moriría. Tenía todos los pros y contras, pero quizás debía pensar todo más claro. Todo el tiempo que me había puesto a pensar, todo ese tiempo aquí, en la tierra, no era nada.

«¿Qué era lo que debía hacer?», pensaba todos los días de mi vida, aún lo sigo pensando.

Me concentraba en cosas que quizás no debía, miraba cosas que quizás no tendría que haber visto, sentía cosas que quizás jamás debí haber sentido. Me preguntaba cosas sin sentido, al menos, eso es lo que pensaba en su momento.

Todo lo que estaba haciendo me dejaba pensando y pensando, pensaba y eso me aturdía. No quería seguir dudando, no era un mundano. Soy Tamara, la oscuridad, la hermana de Dios; yo no soy un simple mundano y no lo seré jamás.

No había cosa más decepcionante, en el infierno, cuando pensabas que toda la tortura había terminado y en realidad, esa era la tortura, pensar. Cuando estás sola, piensas y lo haces de un modo negativo, no ves lo que tienes y te encierras en lo más profundo de tu ser. Crees que no hay ni habrá alguien a tu lado, piensas que eres lo peor, cuando en realidad, eso es lo que alguien quiere que pienses, pero nada es cierto, no estrás solo si te lo propones.

Debo confesar, que me costó mucho tiempo creer en esas palabras, lo menos que pensaba era en que eso sería posible. Creía que nunca amaría como amé, pero no era cierto, tres veces llegué a amar a tres seres increíbles. Sabía que aquellos también me amaban, al menos, eso era lo que creía. Uno de ellos me traicionó, por celos enfermizos, no sabía que sería capaz de lo que me hizo, nunca lo vi venir.

Tenía muchos recuerdos, pero no él que deseaba, cuando llegó a mí, supe que debía hacer lo necesario para conseguir lo que quería. No iba a ser nada malo, sabía que era la oscuridad, pero nunca usaba mis poderes con un sentido negativo. La oscuridad es tan necesaria como la luz, sin ambas, no existiría nada. Solo eso, el vacío, la nada misma.

El vacío sería uno de los pocos lugares al cual no he ido, estuve en todos lados, pero allí, en la nada, nunca estuve. Me mantuve alejada, sabía que si iba me tendría allí por siempre y siempre en un lugar que no es nada, es un montón. La nada es un todo, el todo es la nada, sin ella no seríamos nada, pero al no ser nada, seríamos un algo, un todo.

© Byther Sarrafoglu,
книга «El ángel pecador».
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