Sinopsis
Prólogo
Ángel guardián
La preparación
Los mejores momentos
Por qué Dios me envió a la tierra
Lo que soy
La extraña joven
La segunda plaga
Mi familia
Mi historia
La preparación
El Génesis
El dolor o la felicidad?
El rostro borrado (primera parte)
El rostro borrado (segunda parte)
La amenaza
Presagio
Una tarde en la vida de la Muerte
El mundo dividido en dos
El recuerdo que jamás olvidaré
La oportunidad
El fin es solo el comienzo
Epílogo
El rostro borrado (segunda parte)
Castiel


Miré a Abel, él me observó con una cara de ¿cómo pudiste hacer eso?

Comprendía que no comprendía lo que hice, pero él no tiene cosas sin recordar; Abel recordaba todo de su vida, no era como yo. La mitad de las cosas no las recordaba, pensaba que en algún momento podría recordar, pero hasta ahora no sabía cómo hacerlo. Intenté todo lo que estaba en mis manos, me alié con la oscuridad, hablé con demonios, ya no sabía qué más hacer.

No esperaba que mi hermano me comprendiera, sabía que él no lo haría. Era muy complicado de asimilar, yo también estaba perdido. No tenía respuestas y estaba en la misma que él.

—Lo siento mucho, Cass, pero Dios me ordenó —Me agarró del cuello de mí camisa y me llevó hacia una habitación—. Tus recuerdos fueron borrados por una razón, no los busques.

Abel lo sabía, él sabía que mis recuerdos habían sido borrados por mi padre. No podía creer que aún así, lo ayudara a él y no a mí. Abel me estaba pidiendo que no busque mis recuerdos, no podía prometerle que haría caso.

—Abel, hermano mío, pequé en vano y soy culpable de todos mis pecados. Mis recuerdos ni Tamara logró recuperar, es inútil seguir con esta misión. Pequé y fui infiel hacia mí padre —Baje mi cabeza.

Lo que salió de mis labios era cierto, pero para mí no había pecado, solo estaba buscando lo que me pertenecía; los recuerdos son cosas que no hay que olvidar, puede que muchos sean horrendos, pero son cosas del pasado, cosas que me han hecho ser lo que era.

—No tienes que disculparte conmigo, sino con tu padre—Frunció el ceño.

—¿Por qué hacer tal cosa? Él borró mis recuerdos. Yo solo quiero saber su razón y el porqué de ese rostro.

No pedía mucho, solo lo que me pertenecía. No creo que eso haya sido demasiado.

—Lo siento mucho —cerró sus ojos, agarrando su “chin".

—No, no, por favor, no merezco tal atrocidad —sonrío ampliamente para ver mi final.

Si moriría, lo haría con una sonrisa sobre mis labios.

—Lo siento, Cass —clavó su “chin” en mi corazón.

Le dediqué una sonrisa.

Aparecí en un hotel a punto del colapso. Era un lugar muy bonito, pero aún así, poseía algo oscuro, sabía que estaba a punto de morir, Abel no fue capaz de matarme, pero aquí moriría.

Oía el sonido de los minutos de la bomba a punto de estallar. Las personas corrían desaforadamente, aterradas por su fin. Se lanzaban sobre mí, en busca de una respuesta, pero yo solo sabía exactamente lo mismo que ellos. No sabía nada, solo que moriría junto a ellos.

En unos minutos la bomba se detuvo, se escuchó un sonido agudo y todo el hotel cayó en ruinas sobre nosotros. La madera del techo cayó sobre mi espalda, perforando uno de mis pulmones, desangrándome lentamente. Caí al suelo de rodillas, mi respiración era escasa. Traté de respirar como podía, estaba muriendo, ya veía el fin llegar a mí.

—¡Ayuda! —Grité entre cortado.

Comenzó a salir sangre de todos lados, mis oídos, mi boca y nariz, tenía una hemorragia interna, eran mis últimos momentos en la tierra. Me desmayé y sentí como mi gracia se eleva lentamente hacia el paraíso, al llegar, visualicé a mi padre.

—Ohhh, padre mío, deja terminar mi misión —Baje mi cabeza, en son de paz.

—Castiel, hijo mío, ya es tarde, me fallaste, pecaste en vano y pediste ayuda a Tamara, la oscuridad, Castiel, ¿cómo crees que me siento? —Alzó una ceja sutilmente.

Oí su pregunta y lo comprendí, tenía razón, pero yo también quería lo que me pertenecía. Estaba seguro que me pertenecía, necesitaba pensar así.

—Sí, asumo mis pecados y pedí ayuda a Tamara, la oscuridad, ella es la única que podía ayudarme a recuperar mis recuerdos, pero fue en vano, ella no pudo —Dije en un suspiro.

El rostro de mi padre cambió en unos segundos, no tardó demasiado en cambiarlo nuevamente. Estaba pensando con seriedad mis palabras, supongo que no esperaba tanta verdad salir de mis labios.

No comprendía lo que le sorprendía, ya que sabía que yo no sabía mentir. Lo miré directamente a los ojos y alcé ambas cejas, me lo quedé viendo por un par de segundos. Esperé una respuesta salir de sus labios, necesitaba que él me dijera la razón de sus actos.

—Lo sé, Castiel, ella no puede ayudarte, también fue borrada. Lamento borrar tus recuerdos, valió la pena, esos recuerdos no deben ser hallados.

Me arrodillé ante él. Esa no era la respuesta que esperaba, yo quería saber la razón.

—¿Por qué, padre, por qué lo hizo? —Pregunté alzando ambas cejas.

—Lo siento, ya lo sabrás, pero no es el momento, solo debes saber que no necesitas esos recuerdos.

No tendría mis recuerdos, así que prefería morir, ayudar a esos pobres mundanos que también morirían a mi lado. No quería morir y menos de ese modo, pero no me importaba hacerlo, ya que sabía que nunca tendría mi pasado.

—Dejadme allí, señor mío.

Apoyó sus manos en mi cabeza, una luz invade mi gracia y aparecí nuevamente en mi cuerpo, observé el fin con mis propios ojos. Por suerte, mi padre me había dejado morir junto a personas que estarían a salvo.

—¡¡¡TAPEN SUS OJOS!!! —al decir esto, una luz invadió mi cuerpo y me levanté de los escombros.

Mis ojos se tornaron azul oscuro brillante y todas las personas murieron lentamente desangradas, por la fuerza de mi gracia insertándose en mi cuerpo. Lentamente caminé para ver si había alguien con vida, pero era inútil. Las personas que aún no murieron lo harían, la muerte ya estaba aquí para llevarse sus almas. Si yo hubiera muerto, alguien habría cosechado mi gracia y más que seguro sería Arya, el Arcángel de la muerte. Salí del hotel y veo a mi hermana, Arya.

—Castiel, casi te cosecho —sonrió tiernamente—. Que lastima, me hubiera gustado.

—Sí, todos últimamente quieren verme muerto. Pero Dios es el único que rompe sus burbujas —sonreí falsamente y comenté con humor.

—Ay, Cass, ya te veo con esas actitudes muy humanas. Ese no eres tú —Alzó una ceja, pero la sonrisa no abandona su rostro angelical—. Estuviste mucho tiempo en la tierra.

—Sí, lo soy, ahora soy este que ves aquí —ladeé mi cabeza—. Vete, haz tu trabajo y vete.

—Eso haré, Cass —Agarró mí montón—. No veo la hora de llevarte y vengarme de tus insultos.

Sonreí—Bien, pero hoy no será y tú jamás me llevarás.

Me soltó y sonrió—Bien ¿Tú quieres qué lleve Corey? la muerte misma —asintió—. ¿Tú crees él tiene tiempo para ti? —Preguntó sutilmente—. Nos vemos.

Desapareció y se visualizó como las almas de las personas se elevaron lentamente. Comencé a caminar con rapidez, fui hacia mí hogar, planeé alguna forma para hallar a Rubby Ebay, pero es inútil, no la encontré por ningún lado, me recosté a aclarar mis ideas y mejorar mis heridas externas como internas. Llevé mi mano hacia mi frente y no tarde en curarme con facilidad.

Quería ver a Rubby, saber que estaba bien, pero no estaba seguro de eso, ya que era el fin del mundo y ella vivía en el. Tenía miedo por ella, no quería verla morir o saber que había fallecido, no quería ninguna de las dos opciones. Esperaba que ella estuviera viva.

No sabía mucho sobre lo que podría suceder, solo esperaba que nada malo. No quería que le pasara nada.

—¿Dónde estás, Rubby? —Pregunté al aire.

Esperaba que ella me respondiera, pero no lo hizo, era obvio que no lo iba a hacer, aún así, las cosas seguían igual. Me mantuve pensando en ella todo el tiempo, quería saber y saber…

—Rubby…

Estaba hablando solo, era yo mismo, estaba solo en esa casa y no paraba de hablar conmigo mismo, esperaba que mi voz interior me responda, pero eso era imposible. Pedía demasiado, ahora lo comprendía.

—Rubby Ebay, ¿dónde estás?

Seguí hablando a la nada misma, estaba hablando con el vacío, pero no me respondía. Estaba hablando con mi mente, pero no encontraba respuesta. Estaba hablando con Rubby, pero ella no estaba aquí para responder. Estaba y estaba…

¿Estaba o no estaba?

—¿Estoy aquí? —Pregunté con una pequeña sonrisa.

No escuché nada, pero un viento se levantó.

© Byther Sarrafoglu,
книга «El ángel pecador».
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