Sinopsis
Prólogo
Ángel guardián
La preparación
Los mejores momentos
Por qué Dios me envió a la tierra
Lo que soy
La extraña joven
La segunda plaga
Mi familia
Mi historia
La preparación
El Génesis
El dolor o la felicidad?
El rostro borrado (primera parte)
El rostro borrado (segunda parte)
La amenaza
Presagio
Una tarde en la vida de la Muerte
El mundo dividido en dos
El recuerdo que jamás olvidaré
La oportunidad
El fin es solo el comienzo
Epílogo
Lo que soy
Rubby


En el baño traté de aliviar mi dolor, ese dolor horrible. Me lavé la mano para que el agua que caía sobre ella me ayudará aliviar el dolor que tenía. Me era tan difícil de explicar lo que mi cuerpo estaba sintiendo a medida que el tiempo pasaba; este pasaba demasiado lento y el dolor se hacía aún más fuerte con cada segundo.

Me senté en el retrete, esperando que mi dolor cesara, seguramente, que cuando se acabe la escuela ya habría cerrado. Cuando sucedió me dispuse a saber que tenía Castiel en sus manos y porqué me lastimo de ese modo tan peculiar y doloroso, jamás me había sucedido algo así, debo admitir que me estaba dando un poco de miedo con lo que podría llegar a suceder.

Todo esto me estaba afectando de un modo extraño, no me agrada lo que ello significaba. Estaba asustada, no quería saber, pero al mismo tiempo quería una respuesta a mis preguntas. No sabía cómo debía preguntarle esto a Castiel, no quería traumarlo, aunque, Castiel me había traumado a mí antes. Así que tendía que devolverle aquel favor.

Me paré y fui lentamente al salón, donde estaba él sentado como si nada hubiera pasado, parecía no saber lo que tenía a su lado, lo que yo era. Aunque, ni siquiera yo tenía la respuesta de eso. Lo cual me pareció bastante gracioso.

No había tiempo que perder y eso es lo que estaba haciendo, perdía el tiempo asustada. No tenía que demostrar el miedo que corría por mis venas. Él no tenía que saber nada de eso, yo tenía que ocultar todo.

—Castiel, ¿qué tenías en tus manos?, ¿alguna sustancia? —Lo miré preocupada.

Mí ceño se encontraba fruncido, al igual que el de él. Desde que lo conocí, siempre lo había visto del mismo modo. No comprendo la razón por la cual siempre poseía el ceño fruncido, no podía pensar que nunca estaba contento.

— ¿Yo? , nada. ¿Por qué me lo preguntas? —Me miró sin comprender mí pregunta, creo que ni yo la hubiese entendido. Pero siempre, tenía estas extrañas preguntas dentro de mí cabeza, que me volvían completamente loca.

No dije nada, yo veía claramente su verdadero ser, veía sus alas y todo ese extraño conjunto angelical que poseía. Debo admitir que no me agradaba demasiado lo que mis ojos estaban viendo en ese momento, no podía imaginar lo que quizás él estaría viendo. Esperaba que él no viera lo que yo soy, que ni lo sienta, pero si yo sentía lo que él era, va hacer evidente que también él sentía lo que yo soy.

Él me vio y me quedé perfectamente quieta, no sabía que decir, no me daba la cara para decirle la realidad. ¿Él podía verme?

Me Levanté y me senté junto a una amiga, si es que así podía llamarla, nadie sabía quien soy, ni quién era, en un momento, pensé que eso sería lo mejor que podría suceder, pero ahora que estaba sola; no creía que era lo mejor. Estar sola no era malo, pero no quería eso, no en ese momento.

—Hola, soy Rubby —Le dije a la chica con la que me senté, tratando de sonar agradable para alguien.

—Ya lo sé, sé quién eres, ¿por qué te sentaste aquí? —Se levantó con rapidez y se cambió de lugar.

Le quería responder, pero me dejó allí y no pude decir nada. Moría de vergüenza, pero ya era demasiado tarde para hacer algo. Me sentía una tonta, no quería que me tratasen así, pero no podía cambiar la percepción de las personas.

Me sentía sola, no sabía qué hacer. Tenía mucho miedo de Castiel, no quería que me matara, no quería matarlo. Porque seguramente alguno de los dos terminaría muerto, en un par de horas. Lo sé, mi pensamiento no era nada bonito, siempre pensaba de ese modo tétrico; muchas personas me decían que eso era a causa de mi signo del zodiaco, era de escorpio. Yo no le veía nada malo a mi signo, pero otros hasta le temían.

Traté de no cruzarme con Castiel, pero su mirada estaba sobre mí. No quería verlo, aunque me resultó imposible, lo observé directamente a sus ojos color azul, en ese momento, sentí una gran calma. Fue extraño, ya que tenía miedo, pero este se había desvanecido. La calma me hizo sentir bien, fuerte y capaz de hacer lo que debía.

Me puse de pie con la esperanza de llegar al lugar de Castiel, pero me quedé quieta en el medio de la sala cuando el timbre sonó. No había tiempo, así que perdí el contacto de la mirada azulada de Cass y solo me fui.

Terminó el día escolar y fui a mi casa.

Entré; dejé la mochila en la silla de la cocina, saludé a mí madre, no dijimos ni una sola palabra, no era necesario. Fui a mí cuarto me quité las zapatillas lo más rápido que podía, fui al baño y me lavé las manos, luego volví a mí cuarto y me quité la ropa escolar, elegí lo mismo de siempre y fui al sofá del comedor para almorzar.

—¡Ya me senté! —Le grité lo más fuerte posible, ya que tenía mucha hambre.

—Ya va —Trajo la comida con una gran sonrisa dibujada en su rostro.

Comencé a comer y prendí la televisión, no había nada, agarré mí celular y comencé a escribir en los grupos, estaba completamente aburrida... como siempre. Ya no sabía qué hacer para dejar el aburrimiento de lugar.

Luego me fui a dormir y tuve un sueño muy raro, supongo que era mí subconsciente diciéndome algo que aún no comprendía: me desperté gritando, sudando; estaba completamente empapada. Fue algo horrible, otro sentimiento que jamás podría explicar, ya que era algo nuevo. Desde que Castiel apareció nuevas emociones surgieron con él, no sabía qué era lo que me sucedía.

Ni yo sabía quién era, lo cual me daba algo de desconfianza... quizás Castiel sí ¿Por qué pienso tanto en él? Si jamás lo volveré a ver, era una persona de esas que van y vienen o de las que van y jamás regresan, ¿yo sería una de esas que van y vienen?, ¿o de las que van y nunca vuelven?, supongo que jamás contestaré esa pregunta, ¿o quizás sí?, ¿por qué tengo tantas preguntas?

Fui a Internet y busque mis síntomas, ¿si es que así podía llamarlos?
Finalmente, luego de cinco horas lo encontré pero era demasiado raro para comprender solo daba una respuesta que era una dirección con un nombre y un Hotmail, no tenía esa red social, creí que ya no existía, tuve que crear una cuenta.
¿Para qué estaba haciendo esto?, ¿acaso esta señora podría decirme quién soy o qué soy?

Me reí mucho ese día, ya me empezaba a agarrar sueño y dejé el ordenador prendido; me fui a dormir, sonó y me desperté con rapidez para no perder el tiempo.

Hola, me llegó tú correo por lo que me dices es algo que no lo sé.
Lo siento mucho.
Rosa.

Ese correo electrónico me destrozó por dentro, yo creía que tenía la respuesta para todos, pero para mí no ¿Por qué no había respuestas para mis preguntas?
Apagué la computadora y nuevamente me fui a dormir, esta vez, prendó el televisor y me puse a ver un poco, hasta que me dormí... otra vez ese sueño.
¿Por qué tenía esos ojos tan negros y profundos?

Tenía suerte de no estar soñando con un sujeto extraño, cuando era pequeña soñaba con un joven al cual debía salvar y no solo a él también a la humanidad. Ese sueño nunca terminaba bien. Recuerdo que yo solo hacía lo que me pedían y no quería aceptar lo que era, pero luego más tarde me daba cuenta que solo yo podía salvar al mundo. Primero, no tomé la decisión correcta, pero después todo cambió y retomé el camino.

Detestaba esos sueños, pero ahora creo que lo mejor hubiera sido haberles hecho caso. Los sueños nos demuestran cosas que la vida esconde; el mundo de los sueños nos conecta con lo espiritual. Allí podemos ver a personas que nunca hemos visto, aunque lo hemos hecho en otra vida, es por eso que están en nuestros sueños. Me gustaba ver personas en sueños, ya que de ese modo podía conocer a personas que había conocido en mi vida anterior. Las vidas pasadas son un tema muy interesante, pero no sé de ello.

Estaba aburrida; me tapé con la sábana y miré el techo de la habitación pensando seriamente en lo que podía hacer el día de hoy. Había demasiadas cosas que hacer, tantas que ya no sé por dónde comenzar.

No podía dejar de pensar en esos sueños, en los cuales yo era la heroína, no lo sabía, pero debía pensar mucho más en eso. Nunca me había planteado la idea de alterar mi vida, me gustaba como era. Tenía todo lo que deseaba, amor, dinero, amistad; con esas cosas era feliz, ya no necesitaba nada. Creía que la vida siempre sería así, pero me llevé una gran sorpresa cuando mi mundo comenzó a cambiar.

Recordé cada cosa que pensaba haber olvidado, no comprendía cómo esos recuerdos llegaron a mí o la razón por la cual podía recordar cosas que había creído olvidadas. Lo que piensas que olvidaste puede ser recordado de un momento para el otro, yo adoraba cuando olvidaba una cosa y luego solo venía a mí.

Las cosas de la vida, como siempre decía, son cosas mágicas y perfectas. Sé que muchas cosas que pasan son malas, pero todo tiene una razón. Me agrada saber que la vida puede demostrarnos cosas tan extrañas que muchas veces no podemos ni creerlas; esas son las cosas que nos hacen ser quienes somos en la vida, son muy pocas, pero muy importantes.

Me levanté y decidí buscar en Internet... nada salió, pero dentro de mí tenía la respuesta, yo tenía mí pregunta y mí respuesta.

Definitivamente, mi día fue demasiado aburrido, no hice nada. Trataba de buscar información sobre las cosas que pasaban por mi vida, pero nada pasaba como yo lo esperaba. Tenía muchas preguntas y ninguna respuesta. Debía saber que en algún momento, mis preguntas tendrían una hermosa respuesta o quizás una horrible, pero aún así, será una respuesta y eso es lo importante.

Observé la mesa con el ceño fruncido, me acerqué a la puerta pensando que el día estaba horrible. Parecía que muy pronto llovería, esperaba que eso no sucediera. Odiaba los días que llueven, me hacían sentir triste. Sabía que solo era una tontería, pero es que no se podía hacer nada con esos días.

Me acerqué a la ventana y tomé asiento, miré el color de mis uñas. Tenía que volver a pintarlas, ya estaban horribles. Me puse de pie y caminé rumbo al pequeño roperito donde guardaba los muchos esmaltes que poseía, tomé la valijita y me senté en el sofá buscando un nuevo color para usar, encontré el que deseaba, azul. Lo movía de un lado al otro, esperé que quede bonito. Abrí el esmalte y comencé a pintarme, se veía muy bello.

Al terminar, dejé que el viento de la ventana secara lo fresco, cuando sucedió entré las manos y visualicé lo maravilloso que había quedado. Definitivamente, sabía cómo hacer para que unas manos quedaran perfectas, tener las manos arregladas hacía que estas parecieran increíbles, cambiaba mucho y para bien.

Me puse de pie y no tarde en buscar con la mirada a mi madre, quería que ella viera la magia de mis uñas, como no la encontré fui en la búsqueda de Laby, mi abuela, pero nunca me gustó llamarla abuela, me hace pensar que no es mi Laby.

No tarde ni dos segundos en encontrarla.

—¿Están bonitas? —Pregunté acercándome, alcé las manos y las acerqué a su mirada gatuna.

Tomó mi mano y la observó con detenimiento, las inspeccionó con detenimiento, luego soltó mi mano y asintió dejando un beso sobre el dorso de mi mano.

—Maravillosas —aseguró fumando uno de sus cigarrillos.

Dudo mucho que en algún momento de mi vida vea a esa mujer dejar de fumar. Pensaba que eso era imposible, pero ella me decía que nada es imposible, así que aún tenía fe. Seguramente, ella no querría que use sus palabras, pero muchas veces debía hacerlo, ya que siempre poseía la razón con lo que decía.

© Byther Sarrafoglu,
книга «El ángel pecador».
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