Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 3
Luego de aquel día en las instalaciones de los Vengadores, los días para Samantha y T’Challa habían estado trabajando en aquello de conocerse el uno al otro, e iban realmente bien con eso. La joven extranjera había recuperado su teléfono celular, y se había puesto en contacto nuevamente con Tony; ambos habían recobrado su amistad rápidamente. Udaku se había encargado de comprarle un guardarropa completo a la joven Castro, que no se vió molesta pero sí algo incómoda por el hecho, ella prefería gastar el dinero en cosas más importantes. El rey también se enteró de que Samantha sabía más que solo de tecnología, descubrió que era una amante de la literatura, así que la condujo directamente a la biblioteca de Wakanda, en la cual la joven casi se volvió loca por la inmensa cantidad de libros que había, era un hermoso lugar. Incluso los habitantes habían comenzado a familiarizarse con ella, un niño la había llamado «mujer desteñida», ella lo asumió como su forma de señalar que era morena, pero no tanto como ellos, y T’Challa solo se rió por el hecho.
 El monarca y su extranjera se habían vuelto tan cercanos que hasta se habían emborrachado juntos. «No bebo alcohol» dijo ella cuando T’Challa le ofreció un vaso de este a lo que él contestó: «Yo tampoco», así fue como ambos terminaron ebrios en el suelo de la habitación del rey, hablando desde la melanina en el cuerpo de T’Challa hasta traumas de la infancia de Samantha. El rey no había tenido el valor para preguntarle a Samantha acerca del día del intento de robo, y por qué no había dicho para qué quería vender el vibranium.
 El hijo de T’Chaka estaba impaciente, su madrastra y media hermana llegarían a la hora del almuerzo, y eso lo tenía muy emocionado, estaba eufórico con la idea de al fin presentar a Samantha como su… amiga. Sabía que Shuri y ella se llevarían increíble, ambas era unas genios y tenían un sentido del humor bastante parecido. Le preocupaba un poco Ramonda, tendría que hablar con ella a solas primero, era obvio que ya alguien le había dicho que una extranjera se estaba quedando en el palacio, y estaba conviviendo con su hijo. Habían pasado dos largas semanas desde el intento de robo. Para él era un poco extraño admitir que realmente se sentía atraído por la chica que había intentado robarle hace un par de semanas, pero no podía evitarlo, ella tenía un encanto natural que estaba volviéndolo totalmente loco. Desde aquel día en la torre de los Vengadores habían estado desayunando en pijama, como consecuente, el rey no tenía camisa, se podía decir que al monarca también le gustaba ver a la extranjera con su bonita pijama de shorts norteamericana. Supuso que eso se acabaría cuando llegaran su madre y hermana.
 —Toda mi vida he sido una nómada —dijo la chica comiendo hotcakes, que era lo que T’Challa había sugerido al cocinero ese día.
 —¿A qué te refieres?
 —Como no tengo familia, jamás me he quedado en el mismo lugar por mucho tiempo. Por eso conozco a tantas personas y por eso tengo tantos amigos.
 —Así que de allí conoces a Pietro, ¿No? ¿Fuiste a Sokovia? —Parecía muy interesado en lo que la joven de brillantes ojos cafés decía, ella asintió.
 —Sí, nos conocimos en una gala, y luego fuí a una fiesta que organizó, algo informal. Ese chico es realmente genial.
 T’Challa no pudo evitar pensar en lo que Steve había dicho hace unos días.
 —Y tú… bueno, tú y él —Rascó su nuca y ladeó la cabeza—, ya sabes, intimaron.
 Ella dejó escapar una carcajada.
 —No, T’Challa, él y yo no tuvimos sexo. Nunca he tenido sexo con nadie.
 Allí fue cuando el rey pudo respirar nuevamente, luego de unos segundos captó la información.
 —Tú… ¿Nunca?
 —Jamás.
 T’Challa supo que ahora sí la había cagado, la joven hizo una mueca, había dejado de comer, solo estaba jugando con la comida. Se sintió mal por haber supuesto que esa mujer, había tenido relaciones sexuales, simplemente porque alguien más lo había supuesto.
 —Lo siento.
 Su voz nuevamente fue suave, dulce, como había comenzado a ser hace dos semanas, acercó su mano a la ajena y la tomó, acariciándola. Ella le otorgó una sonrisa triste y asintió suavemente, «No importa» murmuró bajito.
 Terminaron de comer en silencio, Samantha fue a su habitación y T'Challa a la suya. El rey debía prepararse para la llegada de las dos mujeres de su vida, aún así quería pasar un rato con la pequeña extranjera que acaparaba su atención antes de que ellas llegaran al mediodía. Le pidió amablemente a Okoyé que fuera a informarle a la joven Castro para que estuviera lista y terminó de vestirse.
 Caminó hasta la habitación de la extranjera con las manos metidas en sus bolsillos, al llegar a esta tocó la puerta suavemente esperando a que la de cabello corto abriera la puerta.
 Segundos después la puerta se abrió lentamente, dejando ver a la extranjera con un short corto de jean a la cintura, T’Challa no pudo evitar el quedarse mirando la dorada piel de las piernas de la chica, hasta que esta tosió.
 —Traes las mismas zapatillas del otro día —dijo el rey, como si realmente hubiera sido eso lo que había notado al principio.
 —Sí, me gustan.
 Allí se dispuso a terminar de detallar la vestimenta de la chica, tenía una simple crop top blanca que se ajustaba a su cuerpo, tenía un nudo en el frente, dejando ver un poco su abdomen, y encima una camisa de tela con un estampado colorido, esta la llevaba doblada hasta el antebrazo.
 —¿Eso es un estampado Wakandiano? —cuestionó el rey soltando una pequeña risa, ella se hincó de hombros.
 —Un poco de color no cae mal algunas veces.
 Él sonrió, al fin la veía vestida casual, era lo más desarreglada que la había visto —porque incluso en pijama lucía como sacada de una revista— alguna vez.
 —No sé cómo lo haces, pero siempre luces hermosa, Samantha.
 —Sé que me burlo de ti cuando te vistes así pero, nunca he dicho que no te ves atractivo.
 Él alzó una de sus cejas. ¿Era esa su forma de decirle que era atractivo?
 —Sam, quiero hablar contigo de algo muy importante.
 Ella asintió suavemente.
 —Es acerca de tus motivos cuando decidiste venir a Wakanda.
 A ella pareció no gustarle el tema de conversación. Ambos caminaban hasta la oficina principal, al llegar entraron juntos y ella siguió a T’Challa.
 —Dime, T’Challa.
 —Me gustaría saber, ¿Qué planeabas hacer con el vibranium?
 Ella pareció pensarlo, pero solo miraba el paisaje de Wakanda que le otorgaba la ventana.
 —Venderlo, por supuesto.
 Bien, estaba diciendo la verdad.
 —¿Qué ibas a hacer con el dinero? —preguntó suavemente y se acercó un poco a la chica.
 —Pues, supongo que no lo pensé en realidad.
 Estaba mintiendo. Él podía olerlo, literalmente.
 —¿Por qué no me dices que planeabas usar el dinero para donar a una fundación en contra del maltrato animal con diversas sedes en Sudasia?
 Ella lo miró a los ojos rápidamente, ¿Cómo se había enterado?
 —¿Sabes que yo podría haberte ayudado, no? Solo tenías que pedirlo.
 Ella aún no hablaba, no sabía qué decir, para ella era un tema delicado de tocar, nunca se había sentido muy segura acerca de ello.
 —Samantha, necesito que hab…
 —No quería que pensaras que era una buena persona.
 T’Challa estaba confundido, sin embargo prefirió esperar a que continuara explicando.
 —No quería que tuvieras compasión de mí, no quería que pensaras que era un ángel simplemente porque quería robarte para ayudar a alguien que no era yo. Odio cuando eso pasa, las personas solo te juzgan por tus buenas acciones, no por las malas, no tengo una aureola en la cabeza.
 Él aún no lograba entender, ¿Compasión? ¿A qué se refería?
 —Tú planeabas reprenderme, porque pensabas que iba a usar el dinero de la venta del vibranium para mí, ¿No? Cuando te enteraste de que no era el caso, pensaste que era una persona increíble, y en lugar de castigarme por mi delito, decidiste ayudarme. Yo merecía un castigo, hice algo horrible, T’Challa.
 El rey creía que empezaba a comprender. Samantha le dió la espalda, estaba avergonzada, nerviosa, enojada, era un lío de sentimientos encontrados, no sabía cuál predominaba en ese momento, y él tampoco.
 La joven Castro se dió vuelta esperando ver un ceño fruncido, una mirada fría, pero lo único que logró ver fue una expresión tranquila y unos ojos cargados de emociones.
 —No tienes mi compasión, tienes mi respeto, Samantha.
 Ella quiso llorar, porque eso era todo lo que había pedido en su vida.
 —Yo también peco, T’Challa, no por ayudar a los demás, soy la mejor persona del mundo.
 —Precisamente por eso eres la mejor persona del mundo, por pecar, pensando en el bienestar de los demás, Samantha.
 No dudo en abrazarla cuando notó que comenzaría a llorar, no era eso lo que quería, para nada. Acarició su corto cabello, ella se aferró a su pecho, cerrando sus ojos.
 —No quiero que pienses que acepté quedarme por tu dinero —Sollozó ella—, T’Challa, yo sí estoy interesada en ti.
 Y esa declaración fue todo para él.
 —Tranquila, Samantha, tranquila, ¿Sí? —Ahora depositó un suave beso en la cabeza foránea.
 Ella asintió alejándose un poco de su pecho. T’Challa sintió el fuerte impulso de besarla, pero ella se veía frágil, no podía aprovecharse de eso, sin embargo miró sus labios, lucían suaves, exquisitos, casi pudo imaginarlos moviéndose sobre los propios, lenta y profundamente, segundos después se dió cuenta de que no estaba imaginando la sensación, él realmente estaba besando los labios de la Venezolana, sintió como si su corazón fuese a saltar en cualquier momento de su cuerpo. Tenía que inclinarse hacia adelante, la foránea no medía más de un metro cincuenta, y él casi llegaba a un metro ochenta y cinco, una de sus manos fue hasta la pequeña cintura foránea asegurándose de que la chica no fuese a ningún lado hasta que él pudiese degustar bien sus labios. Parecieron años en los que sus labios no se separaron, hasta que se vieron obligados a romper el beso por sus pulmones demandando oxígeno, sin embargo sus rostros no se separaron demasiado, cada uno sentía el aliento del foráneo golpear su rostro. La chica tenía el rostro alzado y sus manos estaban entre el pecho y torso foráneo, se apoyaba en este. Una pequeña sonrisa lasciva se formó en el rostro del monarca y se acercó, ahora con más confianza a los labios ajenos, tomando con su mano libre la barbilla de la chica, el segundo beso fue corto, pero más atrevido, ella pudo jurar que T’Challa quiso morder su labio inferior cuando se separaron. Él estaba encantado, era cierto, el sabor de los labios ajenos era exquisito, él era capaz de degustar muchos sabores con solo un bocado de cualquier cosa, pero tan delicioso como los labios de la chica, no había nada en el mundo.
 Ahora fue ella quien sonrió, no le juraría amor eterno, porque era una mortal, y algún día dejaría de sentir, pero en ese momento supo que nadie jamás había hecho tanto por ella como T’Challa, ni siquiera Anthony, que había sido su amigo por poco tiempo, pero la había ayudado muchísimo. El monarca le había hecho ver que no estaba mal que los demás pensaran que era un ángel, porque para él era uno, el más hermoso de todos.
 Ahora faltaban unos días más, para tener la excusa de que llevaban un mes conociéndose, así él podría pedirle que fuese su novia oficialmente, así nadie se opondría, sonrió de nuevo y ahora besó su frente, delicadamente.
 —Hoy vienen mi madre y mi hermana, pensé que podrías conocerlas.
 Así le hizo saber que el tema anterior estaba olvidado, eso la hizo sentir mucho más tranquila.
 —Dios mío, no tengo nada que ponerme —chilló y llevó sus manos a su cabeza.
 —¿Qué? —preguntó el rey, incrédulo, estaba seguro de que no había otro guardarropa tan extenso en Wakanda como el que él había comprado para ella.
 —¿No me escuchas? ¡No tengo nada para usar!
 Bien, estaba siendo algo dramática.
 —Mi reina —dijo él, llamando su atención, el apodo le hizo sonrojar—, no necesitas nada extravagante, es más, usa lo que tienes puesto, ¿Sí?
 Las perlas Kimoyo en su mano comenzaron a sonar, estaban llamándolo, ella se separó un poco para que pudiese contestar.
 Ahora era W’Kabi quien se proyectaba sobre su muñeca, «Su majestad, la reina madre y la princesa Shuri aterrizarán en unos minutos, al parecer llegarán más temprano» dijo el pequeño W’Kabi en la muñeca del rey, este asintió diciendo que se dirigía allá.
 —Samantha, necesito que te quedes aquí, ¿Bien?
 Ella asintió suavemente un poco asustada, él rápidamente lo olió —en serio, literalmente lo olió— y dejó un pequeño y casto beso en sus labios.
 —Vendré en unos minutos, tú quédate aquí, usa lo que quieras, ¿Sí? Ya vuelvo.
 —Está bien —Su voz fue suave, él le sonrió y ella devolvió la sonrisa, luego la dejó sola en el lugar.
 Bufó suavemente, odiaba estar sola; toda su vida lo había estado. Se movió por el lugar entreteniéndose con la hermosa vista de Wakanda.
 El heredero Udaku caminaba con sus manos entrelazadas detrás de su espalda como era costumbre, Okoyé me seguía de cerca, delante, a escasos centímetros de él. Al llegar a la zona de aterrizaje las Dora Milaje se colocaron en posición, simulando un pequeño pasillo por el cual su madre y hermana debían pasar, pocos segundos después se vió la nave llegar rápidamente, descendiendo hasta el suelo, justo frente a ellos, de esta a paso firme y con una sonrisa en el rostro bajaban su hermana y madre animadamente, contentos de verlo sin duda alguna.
 —Pensaba que ya no volverían —dijo el rey extendiendo sus brazos hacia su madre con una sonrisa.
 Ramonda rodeó a su hijastro con los brazos dándole un fuerte y cálido abrazo, se separó de este y le regaló una amplia sonrisa.
 —Su majestad, cómo está usted —El rey rodó los ojos y extendió sus brazos hacia su hermana, dándole un cálido abrazo igual que a su madre.
 —Me extrañaste, Shuri, lo sé.
 Ella rió y alzó las manos hincando se de hombros, su madre se unió a sus risas.
 —Debes presentarme a la extranjera, hermano, ¡Oí que es muy buena en nanotecnología!
 ¿En serio? ¿Hasta su hermana lo sabía y él no se habría enterado si no era por Tony Stark?
 —Sin duda alguna lo haré, ella estuvo pensando en algunas ideas para mi traje, está muy emocionada por conocerte. Es brillante.
 Shuri alzó una de sus cejas.
 —Veo que su inteligencia captó la atención de alguien —Se burló la joven de su hermano y rió, caminando junto a él, pasando de largo, para entrar a las instalaciones.
 —T’Challa, ¿Te traes algo entre manos con esa chica?
 Su madre lo conocía como nadie, el hizo una mueca un tanto graciosa y luego soltó una suave risa hincándose de hombros, Ramonda negó suavemente con la cabeza y sonrió; ella jamás se interpondría en las decisiones de su hijo, él ahora era un rey, y decidía que estaba bien o mal, además, ya todos conocían la verdadera razón por la cual la joven extranjera quería robar en Wakanda, y les parecía algo noble arriesgarse de tal forma por eso.
 Ramonda y su hijo se dirigieron al palacio, ambos conversaban animadamente acerca del viaje y de cómo la habían pasado ella y Shuri. T’Challa se sentía tranquilo al ver que su madre no se había puesto a la defensiva ni se había enojado al sacar a Samantha como tema de conversación, eso lo había hecho sentir un peso menor sobre sus hombros.
 —Iré directo a mi habitación, cariño —dijo la reina madre—, por Bast, estoy sumamente agotada. Creo que no almorzaré ¿Bien? Dormiré hasta la cena.
 Su hijo asintió con la cabeza y se dirigió a donde había dejado a la joven Castro rápidamente. Entrando, y encontrándola sentada en el suelo, mirando por el enorme ventanal, sonrió al verla así, a él también le gustaba admirar la bella vista de Wakanda.
 —Vamos, quiero que conozcas a mi hermana primero. No sé a dónde fue, pero apostaría una pierna a que está en el laboratorio.
 Samantha abrió la boca sorprendida.
 —¿Al fin veré el laboratorio? —preguntó incrédula y el rey asintió extendiéndole una de sus manos.
 Caminaron fuera del lugar, dirigiéndose al laboratorio, que no quedaba nada lejos. En el camino hablaron de temas triviales.
 —Sí, el viaje fue agotador para mi madre —dijo T’Challa—, en realidad mi primo N’Jadaka llegará mañana, estaba de viaje también, te lo presentaré cuando llegue.
 Ella asintió emocionada, le entusiasmaba conocer a la familia del hombre que comenzaba a hacerla sentir cada vez más humana.
 Llegaron al laboratorio rápidamente, Samantha comenzó a buscar a Shuri con la mirada; T’Challa había hablado realmente muy bien de ella, la describió como el ser más ajeno a la realeza, era hermosa, brillante, y con un sentido del humor estupendo, lo último era lo que más le entusiasmaba.
 —Shuri —dijo el rey en voz alta y a lo lejos se escuchó un «Aquí», ambos caminaron hasta el lugar en el cual el sonido se generaba.
 Ella, en lugar de descansar como su madre, prefería poner a prueba los conocimientos que traía frescos gracias a el viaje que había realizado.
 —Hermanita, quería presentarte a alguien —La joven Castro estaba casi oculta detrás del cuerpo del rey, que era inmenso junto al suyo.
 Shuri levantó la mirada y se apartó de la mesa, estaba bastante emocionada por conocer a la extranjera, había oído mucho de ella pero aún no la había visto.
 —Ella es Samantha Castro —T’Challa se movió un poco, dejando ver a la hermosa joven junto a él, ella dió unos pasos hacia adelante y le sonrió a su hermana.
 —Es un honor conocerla, princesa Shuri —dijo suavemente, no iba a hacer una reverencia, le valía si era Jesucristo quien bajaba del cielo, ella no haría una jodida reverencia, jamás.
 —Oye, ese cabello es genial —dijo Shuri cruzándose de brazos sonriendo—, es un placer conocerte, Samantha.
 Le extendió su mano, y Samantha sonrió, T’Challa tenía razón, la princesa parecía ajena a la realeza en realidad, había actuado muy informal, y bastante amigable. Castro tomó su mano y la estrechó también con una sonrisa en sus labios.
 —Mi hermano me dijo que pensaste en algunas mejoras para su traje —Ella asintió.
 —Estuve trabajando en unos planos también, para tener frescas la ideas.
 —¡Eso es genial! Cuando quieras puedes venir y podemos trabajar en eso.
 Ahora la princesa parecía entusiasmada. T’Challa sonrió, perfecto, estaban llevándose de lo mejor.
 —Esperen, esperen. Oye, gatito, ¿Ya es tu novia? Porque, sabes, no me opondría.
 Samantha ahogó una carcajada y se colocó las manos en la cintura para girarse a ver a T’Challa.
 —Bueno, no aún, pero… casi.
 Y Shuri no pudo contener una carcajada mientras aplaudía suavemente.
 —Eres un bebé, garritas.
 —Oye, ese me gusta —Rió Shuri hablando del apodo. Ambas rieron juntas y T’Challa bufó, tal vez fue un error juntarlas.
 —Sam, me gustaría enseñarte algo. «Fuera» del laboratorio.
 —Pobre colita de algodón, no le gusta que nos burlemos de él —murmuró Shuri a Samantha y ambas volvieron a reír.
 —Está bien, vamos, T’Challa.
 Ahora había sido ella quien tomó su mano y jaló de esta suavemente para que caminata con ella.
 —¡Adiós princesa! —Se despidió la chica.
 —¡Adiós Samantha! ¡Adiós ronroneos!
 T’Challa volvió a bufar y caminó junto a Samantha que aún reía levemente, no lo negaría; estaba encantado al verla reír así.
 —Así que garritas —dijo él suavemente, sonriendo de forma lasciva, sin mirarla.
 —Así es.
 —Eres mala.
 —Oh vamos, ¡Eres la pantera negra! ¡Sería un error desperdiciar ese material!
 Él rió negando con la cabeza, no habían dejado de caminar, pero ella no estaba segura a dónde se dirigían.
 —Pues, no ronroneo, pero sí me gusta que me mimen —Se hincó de hombros.
 —Es bueno saberlo —dijo bajito, ladeando su cabeza, esbozando una sonrisa en su rostro.
 —Aquí en Wakanda tenemos una especie de hospital —Ella lo miró incrédulo, en todos lados habían hospitales, ¿No?—. Es un Zoológico, en el cual rehabilitamos y curamos a los animales heridos por cazadores, las personas pueden ir a verlos mientras se recuperan, y cuando están listos los dejamos ir nuevamente.
 —Eso suena muy hermoso.
 La verdad no todos los zoológicos poseían ese sistema, muchos pensaban que así era, pero no.
 —Estaba pensando en que podíamos ir allí, sé que te gustan los animales.
 Él vió el brillo en sus ojos, y supo que estaba en lo correcto.
 —Me encantaría muchísimo —Casi chilló, entusiasmada.
 —Entonces, andando.
 Sus manos seguían perfectamente entrelazadas, y eso al rey le encantaba, la piel de la extranjera tenía un tacto sumamente suave y terso, le gustaba acariciar la mano ajena con su dedo pulgar, delicadamente. La morena definitivamente debía ser una especie de bruja, en unos pocos días lo tenía a sus pies por completo, él estaba muriendo por besarla, abrazarla, y sentir su delicada piel en todo momento, porque era un hombre, y no estaba «muerto» precisamente. El rey se sentía como un joven adolescente hormonal y jamás pensó que pudiese llegar a pasarle, él se consideraba a sí mismo un hombre hecho y derecho, el enamorarse de Samantha para él había sido como quedarse dormido; de golpe y sin percatarse de ello, porque sí, admitía que estaba en una etapa de fuerte enamoramiento, y una parte de sí se sentía avergonzado de ello, llevaba unas dos semanas conociéndola, pero aquella conexión que poseían era tan jodidamente perfecta como la conexión WiFi de la torre Stark. Le gustaba que ella parecía ser una persona totalmente diferente en cada momento, un día podía levantarse, ser una mujer seductora, y atrevida, luego pasaba a ser desinteresada y distante, para terminar en su faceta de niña, dulce y avergonzada cuando se le halagaba como a él muy bien le gustaba hacerlo. Sí, no cabía duda alguna, el monarca de Wakanda estaba perdidamente embelesado con aquella extranjera de corta estatura, cabello corto, y hermosos ojos brillantes.
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книга «Robando al monarca (Black Panther)».
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