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Narra Sophia :

Oigo la alarma sonar repetidamente cerca de mi oído. Me quejo levantando la mano y azotando la alarma, así tirándolo al suelo.

El duodécimo despertador roto...

Me levanto de la cama con el fin de meterme al baño y hacer mis necesidades.

Al quitarme totalmente mi pijama me meto a la ducha dejando caer el agua caliente sobre mi pequeño y pálido cuerpo. El agua caliente se encarga de mojar y relajas mis músculos. Masajeo mi piel con la esponja repleta de jabon, suavemente.

Soy Sophia y tengo 15 años. No soy muy alta, soy muy delgada aun siendo una persona que come mucho. Mis ojos son una rara mezcla entre azul y verde claro, los cuales mis amigos siempre halagan diciendo que son precioso, pero yo opino que son comunes, es decir, no son especiales. Mi cabello es rojo, por lo que también mis amigos me suelen llamar "Roja" o "Manzana", sí, totalmente ridículo, pero no me molesta, es más, me agrada y además, ya es costumbre que me llamen así. Mi nariz es perfilada y pequeña, y sobre esta y mis pómulos posan pecas. Mis labios son carnosos y rojizos, al igual que mi cabello y mejillas.

Debo decir también, cambiando de tema, que tengo un padre, Alfred, y un hermano mayor, Matthew, quienes me odian, me repudian, me aborrecen... Porque según ellos yo maté a mamá al nacer, eso es, mi mamá murió en el parto. Mi madre, Greta Shackson, una mujer bellísima y agradable, o bueno, así la imagino yo. Alfred no solo me recuerda que nací asesinando a mi madre, sinó que me insulta y golpe como si de una muñeca de trapo me tratara.



Y bueno... Ahora me dirijo a el instituto en el que hago cuarto de la ESO.

Poniéndome el uniforme del instituto que se basa en una falda demasiado corta para mi gusto de color negro con decorados dorados, junto a a una camisa del mismo color que se acompaña con un chaleco y una corbata. Para colmo nos obligan a usar unos pequeños tacones de no más 5 centímetros creo, pero para mi que es mucho, me podían dejar usar mis vans o mis air force y asunto arreglado, pero no...

Salgo del cuarto una vez me hago una coleta alta, pero dejando dos mechones caer frente a mi rostro. Me cuelgo en el hombro mi mochila , en mi mano mi teléfono móvil junto a mis auriculares, ya que voy al instituto sola y además, si voy escuchando música me puedo desconcentrar un poco de lo que ocurre a mi alrededor.

Podría pedirle a mi hermano que me llevara, pero solo me ignoraria y se iría sín mi, además, siendo un popular y un "chico malo" ¿Que hago yo , una empolla que además no reconoce como su hermana, en su auto deportivo? Auto deportivo que le regaló mi padre.

Bajo las escaleras encontrándome a mi hermano desayunando unos croissants de chocolate junto a su taza de café.

- Buenos días - Susurré esperando una respuesta de su parte.

Nada.

No existo.

Se levanta de su asiento marchándose, dejándome en medio de la cocina sola y triste como siempre. Tan siquiera de volteó a verme.

Saco un croissant y me la como junto a un zumo de naranja con rapidez ya que la idea de llegar tarde no me agrada mucho. De tan solo pensar que el profesor o el director me echen la bronca o que el conserje se niegue a abrirme la puerta, me da jaqueca.

(***)

Entro a el instituto bajo la atenta mirada de todos, cosa que me hace bajar la cabeza con timidez, nerviosismo y miedo. ¿Miedo? Sí. ¿Por que? Por que el grupo de mi hermano se divierte siempre molestándome, solo por que me gusta estudiar y leer libros, para mi no es nada malo querer tener un futuro, pero para ellos parece ser una ofensa. Cabe decir también, que nadie, ¡Absolutamente nadie! Sabe que Matthew y yo somos hermanos, como mucho, los profesores y mis amigos.

- Pero miren quién está aquí, la empollona. - Escucho la voz de Brad, un amigo de mi hermano justo detrás de mi.

Escucho la risa de todos los presentes en el pasillo. ¡Uy si, que gracioso!

Trato de ignorarlo y seguir mi camino pero una mano en mi brazo me lo impide, ejerciendo fuerza para que no consiga zafarme del agarre, y lo consigue.

- Sophia, mi amigo te estaba hablando ¿Eres sorda o te haces? - Preguntó mi hermano mirándome de arriba abajo mal.

- No.- Susurro bajando la cabeza.

Mi ojos empiezan a picar cuando todos empiezan a reírse por como me tratan ellos y no es para menos, llevan haciendome esto durante dos años.

Realmente no encuentro la gracia...

Me marcho de ahí corriendo sin importarme las miradas burlonas que atraviesan mi nuca e ignorando el eco de las risas de esos individuos resonar en los pasillos.

Me meto en el baño para después encerrarme en uno de los tres cubículos que hay, siendo este el único sitio en el instituto donde hay paz, tranquilidad...

(***)

Camino junto a Lucy y a Luke hacia la cafetería.

- ¿Donde estuviste la primera hora, Roja? No estuviste en clase. - Pregunta de la nada Lucy mirándome con una ceja alzada, esperando a mi contestación.

Lucy es alta, muchísimo mas alta que yo. Su cabello es de un castaño castaño entre mechas claras y oscuras. Sus ojos son esmeraldas, sus labios son rosados y simple vista carnosos y su tono de piel es tigreño. Conclusión, un cuerpo de escándalo y sumando el hecho de que es hermosa.



- Me quedé dormida - Mentí en un pequeño susurro.

- Otra vez tu hermano y Brad ¿Verdad? - Pregunta Lucke sentándose en uno de los muchos asientos de la mesa en la que siempre nos sentábamos, apartados de todos los demás. - ¡Menudos imbéciles!

Lucke, es altísimo debe medir los 1'80 y algo, tiene el pelo castaño casi rubio, ojos azules oscuro como unos enormes zafiros, unos labios entre finos y gruesos. Su cuerpo tiene una mosculatura perfecta.

Yo, sinceramente tan solo lo veo como un buen amigo, al igual que Lucy, pero todas las demás chicas de este instituto lo miran como carnada.



De nada servía mentirles ya que me conocían perfectamente así que solo asentí con la cabeza ante su pregunta.

- Venga Roja ¿Que quieres comer? Yo invito - Sugirió el sonriéndome calidamente.

Sonreí ante la idea de dejarle pobre pidiéndole una montaña de comida.

- Quiero... - Y ahí empecé.

(***)

Abro la puerta de casa sin hacer nada de ruido, dirigiéndome a las escaleras con miedo de que él se percate de mi llegada.

- ¿Acaso no sabes saludar? Estúpida - Ruge el mirándome desde el umbral de la puerta del salón.

¡Mecachis!

- Ho-hola- Saludé sintiendo como el miedo se apodera de mi.

-¿Hola? - Repite mi saludo con gracia, con burla mientras ríe amargamente. - Maldita perra, bajas las escaleras, vienes aquí y me saludas educadamente. - Ordenó él señalando el suelo que pisaba.

Con la mirada baja, bajé las escaleras con suma lentitud queriendo no llegar ahí. Juego con mis dedos a medida que voy bajando las escaleras. Cuando llego a él, alzo la mirada conectándola con la suya.

- Buenos días pa... - Su mano se estrelló contra mi mejilla derribándome, sin dejarme terminar mi frase.

Desde el suelo me le quedo mirando con los ojos empañados en agua. Él me mira con asco.

De repente entra Matthew encontrándome en el suelo. Al verme niega con la cabeza mientras se encoge de hombros mostrando lo poco que le importa mi situación. Su mirada fría no transmite nada, pero lo puedo interpretar como un "Ojalá y te termines por morir". Y sin más siguió su camino a lo alto de las escaleras, hacia su cuarto.

El con sus diechiocho años que tiene tendría que protegerme y quererme como mi hermano mayor que es. Pero claro, su rabia y enfado son mas fuertes que nuestro amor de hermanos. Bueno, ya no sé ni que digo, ¿Qué amor de hermanos? Si desde que tengo memoria no he conocido ninguna muestra de cariño de su parte.

- Fuera de mi vista.- Gruñe el ser que dice ser mi padre.

Corriendo como alma que lleva el diablo lleguo a mi cuarto sin poder evitar llorar por la mala suerte que tengo. Me acosté en la cama después haberme puesto el pijama declarando, que obviamente, hoy no saldría de casa.

Entre llanto y llanto, acabé dormida.

© Carla Gaona,
книга «Te Encontré».
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