Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 8
Me gustaba lo que veía en el espejo, el vestido lila me quedaba muy ceñido en mi figura esbelta, pero me gustaba. Confieso que por unos instantes no supe que hacer con las brochas de maquillaje y con mi cabello. Y apenas había aprendido a caminar con tacones y seguía teniendo pánico de partirme un tobillo por usar algunos demasiado altos. Sin embargo, los temores estaban para superarse y las dudas para despojarnos de ellas, ¿No es así?. Decidí dejar mi cabello suelto, usar maquillaje ligero y natural, y usar zapatos de cuña, porque a fin de cuentas el vestido era lo bastante largo como para ocultarme los pies.

Había estado editando mi artículo, o al menos empezado a hacerlo. A diferencia de mis compañeros, a quienes era evidente las áreas del evento en las que se enfocarían, correspondiendo a sus respectivas columnas, obviamente. Yo por mi parte había dudado y divagado sobretodo en las ideas de lo que habría de escribir, porque como había dicho, los temas de los que me era permitido publicar solían ser meramente culturales, intelectuales y tecnológicos. Así que, por esa razón me decidí por la moda, la decoración y la cocina.

Me propuse conversar con los asesores de moda, modistas y consejeros de imagen que tenía Ana Paula trabajando con ella. Había una diseñadora de interiores especializada también en exteriores que se había encargado de crear los diseños de decoración y ambientación de toda la propiedad, incluyendo los jardines, por supuesto, y con quien yo podría hablar. Y dispuesta a entrevistar al Chef y jefe de cocina, me dirigía hacía allí, pero Vanessa me atajó en el lobby con la excusa de que no encontraba a Gonzalo, ni a Rebecca y tampoco a Felipe. Había tardado tanto en arreglarse que Gonzalo no la esperó y bajó sin ella, pero no era para menos porque estaba radiante. Llevaba un elegante vestido negro con encaje y el pelo recogido en un sofisticado moño. Es que Vanessa era ese tipo de mujer, siempre impecable, siempre perfecta. Tanto que hasta resultaba sospechoso.. Porque, ¿Como narices hacía para lucir siempre así.

—¿Estas ocupada? —Me preguntó

—No, iba a entrevistar al chef pero no es el momento. La cena está por servirse, así que lógicamente estará ocupado.— Aclaré, internamente más para mí, que para ella.

—Ha empezado a llegar muchísima gente. Deberíamos reservar una mesa para todos. He estado llamándolo, a Gonzalo, pero no contesta el teléfono.

—Tienes razón, busquemos una mesa—Dije sin titubear— Vamos.

El inmenso lugar estaba atestado de gente. Nos condujeron hasta una mesa para seis personas y nos sentamos. Le pedí al camarero un par de copas de champán, para relajarnos y calmar los nervios. Ahora Gonzalo y Rebecca tendrían un millón de llamadas perdidas nuestras en sus teléfonos. Nos fundimos en el tema de su boda, aunque aún faltaban más o menos un par de meses. Me preguntaba si sería tan perfecta como ella.

Estuvimos allí, conversando, alrededor de cuarenta minutos. Hasta que vimos a Gonzalo, a Rebecca y a Felipe irrumpir en el salón. Creo que escuché una banda sonora emocionante de fondo mientras caminaban en cámara lenta hacía nosotras... No, no, eso no pasó, pero casi. Porque estaban impresionantes, causaban un efecto casi hipnótico, al mirarlos. Felipe y Gonzalo lucían apuestos con trajes color avellana y negro, respectivamente, y camisas blancas impecables sin corbata y ligeramente abiertas en el pecho. Rebecca vestía un largo vestido verde claro, acentuando sus caderas y sus pechos, que parecían competir por salir del escote. Pero su larga melena rubia que caía en tirabuzones por todo su torso los ocultaba, sin verse vulgar.

Nos saludaron, Gonzalo besó a Vanessa y se sentaron.

—Nos gustaría saber donde estaban—Repliqué.

—Esto parece una feria, con demasiadas atracciones por todas partes.—Rebecca tomó un sorbo de la copa de champán que el camarero acababa de servirle y añadió—Nos hemos entretenido con un pequeño concierto de Borja Bühler en los jardínes del lado oeste, este sitio es inmenso.

—Les dejamos un millón de mensajes y llamadas.—Y me crucé de brazos.

—Créeme que con el ruido, era imposible escuchar los teléfonos.—Agregó Gonzalo y le tomó una mano a Vanessa por encima de la mesa, le besó los dedos y le dedicó una dulce y tierna sonrisa—Disculpame mi amor, sabes que recibiría una bala por tí.

Nota mental: Hacerle una entrevista a Borja Bühler para un artículo.

Apareció un joven con un micrófono en un pequeño escenario a varias mesas delante de nosotros, presentó a un grupo de música instrumental e invitó a todos al centro del salón a bailar. Felipe se puso de pie, le extendió una mano a Rebecca invitándola y se la llevó a la pista de baile. Apareció un compañero de trabajo de Vanessa e hizo lo mismo y Gonzalo no se inmutó.

Tomé la copa de champán y vacié todo el contenido en mi boca de un trago.

—Estas muy deshinbida hoy—Me miró Gonzalo tomando un sorbo de la suya.

—Lo estoy—Solté un carraspeo ante mi violento gesto—Nada podría arruinar esta noche.

Y como si me vaciaran un balde de agua fría con cubos de hielo encima... La persona que menos deseaba ver en todo el mundo. Don Lorenzo entró en escena con quien parecía ser su esposa colgada del brazo.

Gonzalo notó mi reacción, lo vió y soltó una carcajada

—Esto se ha puesto interesante— Y volvió a tomar de la copa.

—Definitivamente no es mi día.—Me hundí en el asiento, con deseos de que la tierra me tragara.

Apenas Don Lorenzo nos vió se acercó a nosotros.

—Muchachos—Estrechó la mano de Gonzalo y a mí me dedicó una mirada de las suyas.

—Señor—Gesticulamos al unísono, casi militarmente.

Se acercó a mí con presteza y me susurró al oído:

—Estás despedida.

Mi respiración se detuvo, me quedé con los ojos abiertos como platos y antes de que pudiera decir algo, volvió a hablar...

—A menos de que pueda hacer algo, para que decidas quedarte.

—No, señor.—Balbuceé intentando recuperar la compostura y procesar lo que había escuchado—Estamos trabajando en esto, ahora mismo. Es decir.. Este es mi último trabajo para El Notidiario.—Añadí, esta vez firme haciendo énfasis en las últimas palabras.

—Muy bien.—Asintió impasible, indiferente e imperturbable, y nos miró a ambos—Suerte.

—Gracias señor—Repetimos también al unísono.

Lo observamos alejarse, solté todo el aire que estaba conteniendo y tomé otra bocanada de aire.

—El lo sabía.—Pronunció Gonzalo inclinando la cabeza en dirección hacia donde Don Lorenzo acababa de salir.

—¿Tu crees?

—Si, vino a darte un ultimátum.

—Me despidió—Aclaré.

—Prefirió despedirte él, a que renunciaras. Es tan orgulloso...

—Déjalo—Suspiré, sintiendo como si una docena de ladrillos me hubieran sido quitados de la espalda—Me ha ahorrado precisamente esa parte... Renunciar. Me lo ha dejado fácil.

—Esta bién—Se encogió de hombros—Si tú lo dices.

Volvimos a sentarnos. Refresqué mi seca garganta con otro trago de champán y decidí ya dejar la copa y los locos excesos. No era mi costumbre beber ni en mis peores ocasiones.

Si, Don Lorenzo me había despedido, también, insinuó que me quedara. Desde la entrevista con Benjamín Valladolid quedé hecha un lío. Había pasado los últimos días rompiéndome la cabeza, incapaz de conciliar el sueño ante la idea de presentarle mi renuncia y él simplemente me despidió, y en dos sencillas palabras: <>. ¿Estaba aliviada? Claro que si. ¿Deseaba quedarme? No, en lo absoluto. Un nuevo comienzo se avecinaba para mí y sentía la deliciosa paz recorriendo mi ser y ya podía ver mi nombre grabado en la puerta de mi propio despacho con el titulo: <>. ¿Estaba agradecida? Por supuesto, pero no extrañaría nada en absoluto. No me malinterpreten no quiero sonar desdeñosa, quejumbrosa e ingrata, yo amaba a cada uno de mis lectores sin conocerles. Ni soñando habría podido encontrar mejores colegas y compañeros de trabajo y a Don Lorenzo creo que en el fondo hasta le tenía aprecio. Pero evocar todas y cada una de las cosas que había soportado para llegar hasta allí me hizo sentir mal conmigo misma. Tal vez solo necesitaba un descanso, relajarme un poco y, unas vacaciones en alguna playa desierta lo recompensarían todo, o tal vez no, no lo sé. Quizá el spa del club era suficiente.

A dos mesas detrás de mí ví a Pedro cenando con un par de caballeros. Vestía un traje azul marino con camisa blanca abierta en el pecho, estaba más bronceado, sus ojos azules lucían más llamativos y su cabello rubio más claro. <>
Repentinamente hicimos contacto visual y mi pulso se disparó. ¡Rayos! debía hacer algo con mis nervios.

Rebecca se desplomó en una silla con elegancia, Felipe rodeó la mesa y se sentó al lado de ella. Una extraña tensión llenó el ambiente. Desplacé mi vista entre ambos un poco inquisitiva hasta que ella habló..

—¿Felipe, crees que mi escote está muy pronunciado?

Él enmudeció y su cara tomó un color rojizo. Abrió la boca para decir algo pero Rebecca inclinándose ligeramente hacia él, le selló los labios con un dedo impidiéndole hablar.

—Oh que tierno, de verdad creíste que te preguntaba.

Todos nos quedamos mirándolos boquiabiertos. Nadie dijo nada ante la rara escena, ya que todos sabíamos que Rebecca tenía novio o así había dicho ella, porque ninguno de nosotros lo conocía. Pero francamente no me imaginaba a este par juntos. Rebecca era como un incendio ambulante y aunque Felipe no era precisamente un hombre blandengue no lo creía capaz de poder contener tanta candela.

Terminamos de cenar y nos fuimos a otro inmenso salón donde Ana Paula preparaba el desfile, que ya estaba por comenzar. Tomamos los mejores asientos de la primera fila y nos sirvieron canapés y sidra de manzana.

Las colecciones Otoño–Invierno y Primavera–Verano eran impresionantes. Ana Paula había lanzado diseños exclusivos que ya de inmediato podían encontrarse en su boutique. Muchos de ellos como los que yo había estado usando y tenía en la habitación para vestirlos al día siguiente. Me sentí como una de sus modelos ambulantes, cosa que no estaba para nada mal. Aunque no sé si me veía como una.

No sé a que horas nos despedimos para ir a dormir, pero cuando me dirigía hacía mi suite, después de deambular por los jardines algunos minutos buscando paz interior e inspiración para seguir escribiendo. Un extraño hombre apareció delante de mí, era totalmente calvo, tan corpulento que parecía un mastodonte y tenía una sombría mirada azulada. Me produjo un escalofrío cuando me miró e hizo una mueca torcida con la boca, una siniestra sonrisa de suficiencia. No dijo nada, y yo como si recibiera una poderosa carga eléctrica en los huesos desaparecí de allí al instante. Me quité los zapatos, me sujeté el vestido con una mano, mientras corría como si mi vida dependiera de ello y... Me caí de bruces al suelo o casi porque alguien me sujetó por los hombros. Estaba tan asustada que ni siquiera noté quien era.

—Ew, ¿Oye te encuentras bien?

Me costó algunos segundos mirarlo. Me encontré frente a frente con esos ojos azules con los que había estado soñando durante todo el día.

—Estoy bien—Respondí respirando con dificultad—Creí que me perseguían.

Echó un vistazo por encima de mí, analizando la situación y los alrededores. Volvió a posar sus ojos en los míos con ambas manos sujetándome la cintura.

—Nadie te persigue.

Me soltó, carraspeó y nos incorporamos. Sentí el rubor en mis mejillas.

—No deberías estar afuera a esta hora. Te vas a resfriar. Voy a acompañarte.

© Luu Herrera ,
книга «Un Paseo Por El Cielo».
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