LA NIÑA
EL PACTO DE ANA
LA ABUELA INFINITA
EL PACTO DE ANA
Ella había matado a barias personas, hizo todo lo que los ancianos le pidieron, no tenía a nadie, solo su fiel perro Sam que la acompañaba a todos lados, hace años que abandonó su antigua casa, mamá, papá, no significan nada para ella, solo el deseo imperturbable de servir a la oscuridad.

Existen personas en este mundo que sirven al señor de la oscuridad, satanás, lucifer, ella prefería decirle padre, su fascinación por al ángel caído era absoluta, no obstante para ser aceptada en la secta no solo tenía que matar, debía superar la última prueba.

—¿Estas lista? —susurró el anciano el cual vestía completamente de negro —!si! —respondió ella—. Ve al cementerio desolado, donde reposan todos los cadáveres de nuestros ancestros, todos los antiguos miembros yace bajo esas tierras.

La neblina se pasea por el cementerio decorando el paisaje de un tono sombrío susurró, la dura tierra sobre sus pies, la brisa gélida que movía su cabello rojo como la sangre, la luz de la luna enrojecida se reflejaba en sus ojos negros como la noche, el silencio imperante que reinaba solo se ve interrumpido aveces por el aullido de su perro y los bichos en la hierba que tocan la sinfonía de la muerte—. ¿Qué dices Sam? —le habló a su perro —la noche es oscura y tímida, se asoma con cuidado, precisa y meticulosa —agregó. —Se veía despreocupada, el tenebroso paisaje la disfrazaba entre la oscuridad, calzaba botas negras y vestía un suéter negro con un cráneo estampado, lucia un pantalón deshilachado, un piercing le adornaba la nariz alargada y las mejillas pálidas expresaban la fría sangre que corría por sus venas.

—¡No se debe molestar a los muertos! —rugió una voz de trueno que hizo vibrar las tumbas, los árboles danzaban con el frío viento y la neblina espesa dificultaba la visibilidad.

Ella lo divisó, él estaba sentado sobre una tumba, traía ropas desgarradas y viejas, el sombrero marrón en la cabeza y la cara con rasgos de ave—. Quién eres —advirtió la chica, no parecía asustada —un hombre tiene muchos nombres —contestó él con la voz serena y profunda que parecía susurrarle al oído—. La noche es oscura y los murtos danzan bajo la tierra, ¿qué hace una chica tan sola en mi casa?. —Ella en su curiosidad y fascinación se acercó a paso firme y decidido—. Una niña no tiene miedo —intervino una voz, se trataba de un cuervo que se posó a hombros del hombre —¡Ana! —la llamó el hombre —¿Quién te dijo mi nombre? —reclamó la joven—. Uno oye, uno ve, uno sabe —asintió y la miró con sus ojos grises y la mirada dura.

—¿Eres un fantasma? —formuló la chica. —El hombre se paró y caminó hacia ella, los pasos hacían vibrar la tierra, el perro ladró y se puso en guardia delante de su ama, el hombre lanzó una mirada al perro y este se quedó quieto, no podía moverse, los ladridos no le salían de la garganta—. ¿Se siente como un fantasma? —le tomó la mano y la posó sobre su mejilla —!no! —esbozó ella, sentía como la sangre le fluía —sé que una niña quiete venganza —dijo el hombre—. Dame tres nombres y un hombre los matará. —Se le iluminó el rostro, pensó en su padrastro el cual la violó, pensó en su madre, esta no hizo nada para impedirlo—. Si te digo el nombre ¿la persona morirá? —el hombre asintió —¿quién sea? —insistió—. Si una niña dice un nombre la persona morirá.

Ella se mordió el labio e imaginó la muerte de las personas que surcaban sus pensamientos—. Brenda mi madre, Héctor mi padrastro y Ana yo —Una niña quiere morir —reclamó el hombre —una niña ya esta muerta respondió ella, el hombre sonrió y volvió la mirada al cuervo que llevaba en el hombro —una niña ah pasado la prueba —susurró, ella pudo oírlo y asintió.

El hombre sacó una daga y le hizo una cortada en la mano a la joven, lamió la sangre que manaba y rezó en un idioma desconocido—. Una niña está lista, el pacto de sangre ha sido consumado, ahora eres una hija de la oscuridad, no llevaras nombre ni apellido, no tomaras esposo, Servirás desde este día hasta el fin de tus días al señor oscuro —proclamó aquel hombre —la niña asintió y ambos desaparecieron en la oscuridad.
© Jhordan Ortiz,
книга «LA NOCHE DEL DEMONIO/Relatos».
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