RELATOS DEL PERRO VERDE
POEMAS DEL PERRO VERDE
RELATOS DEL PERRO VERDE
EL HOMBRE SUMERGIDO

Yo, el problema que tengo, es que me las quiero follar a todas. Así comenzó Julbius Hoonkein sus memorias y de igual manera, así las concluyó, pues una estúpida bala quiso alojarse en su cabeza. Tan estúpida que fue él mismo quien se la incrustó, con el revólver comprado por si acaso.

EL COMBATE

Fue macanudo che. Ella le pidió revancha y él le dijo, templado ya, que apenas le aguantaba la calentura, que bueno, que por esta vez, pero que poquita cosa. Entonces ella le tiró abajo y él no supo esquivar, o no quiso, que al pibe se le notaba la bobada y todo el empeño se lo llevaba en explicaciones. Así y todo la tuvo contra el rincón, fue cuando lo de la lagrimita, y hay que reconocerle a la muchacha que se la jugó, aunque lo justito nomás . Dicen los que entienden que a la siguiente se le lanza al abrazo, que de puro casual se contuvo el flojo. A partir de ahí, rutinario che, lo bailó ella al capricho, suavecito aquí, fuertote allá, una paliza vamos, un chiste. Pero lo más gracioso che, el boludo che, el pibe que dice que o la hace novia o se retira para siempre.

LA EXPOSICIÓN

Fue por la costumbre de mostrar el pene en público, por lo que acabó en el penal. Dicen que al sentirse no menos que humillada, la señora Rosewood dio el aviso a las autoridades. Se presentaron estas de inmediato, y lo prendieron sin darle tiempo a cubrir la crispada desnudez. Hubo mucho de ridículo en el paseo hasta el coche, con el entonces apático pene colgando y la señora Rosewood gritando escondida , parapetada tras una barricada de macetas y espeso cortinaje. _Eso, eso es lo que no me querías enseñar. _Miserable, pichacorta, hijoputa, hahaha... hahaha... Malamente las histéricas carcajadas y las sirenas, le aplacaron un poco el ánimo mientras se lo llevaban.

LOVE LETTERS

Antepenúltima entrada en el blog de M. R. Coucourouche. Había hecho todo cuanto de mí se esperaba, que no era mucho, y aún así no les bastó. En el último momento cambiaron los planes y en el contrato, fueron añadiéndose cláusulas restrictivas respecto a mí candidatura presente y a cualquier posible intento futuro de entrar en la nómina de la fundación. Las respuestas que después oí y que con el transcurso de los años se han conformado como el código por el que se rigen en mi persona los designios dados, de parte de un universo, sádico, cruel, siguen su imperturbable martilleo día tras día desde el principio de los días, prometiéndome una eternidad de iguales días. Love Letters. Haga de su futuro una carta de amor. Love Letters es una filial de World in Love Foundation. La entrevista no ha ido mal, nada mal, se decía, sonreía a la luz verde parpadeante frente a él, a los paraguas y a los cuerpos sin rostro bajo los primeros cobijados, a las ráfagas de aire y lluvia que como los segundos se apresuraban a cruzar la calzada en aquella invernal mañana de noviembre. Nada mal, al otro lado no se estaba nada mal. Penúltima entrada en el blog de M. R. Coucourouche. Algo de lo que no podía prescindir, algo de lo que mi espíritu enfermo jamás sería capaz de desprenderse. No era una carta de amor el dictamen final del equipo de psicólogos adscrito a la división de Love Letters. Filial de World in Love Foundation. Valoración de aspirantes de Love Letters. Filial de World in Love Foundation. _Gina, el siguiente es un tal Magdaleno, Coucourouche, número de ficha, ocho siete, ocho ocho dos; dijo la voz suspendida tras la línea telefónica. En el despacho limpio de intimismos donde Gina Melony pasaba hojas y citaba datos se escuchó _Magdaleno Renato Coucourouche, varón, cuarenta y cuatro años, soltero, sin hijos... siguiendo a estas, más y más especificaciones dondese destripó subjetiva la historia de Magdaleno desde cualquier ángulo, desde cualquier perspectiva imaginable y retorcida. Y luego , una fuerte inspiración, dió paso al huracán de palabras que en conjunto arrasaron la vida del Señor Coucourouche. Última entrada en el blog de M. R. Coucourouche. Rendición. Un trabajo para Love Letters. Filial de World in Love Foundation.

EL DIVÁN

Me van diciendo, aquí allá veo retazos y reconozco la situación. Me van diciendo, comprendo. Yo les miro, les miro y mis ojos revelan sorpresa, sobresalto. En mis ojos, en los míos donde yo no consigo afirmar nada, ellos distinguen la claridad. Magos, embaucadores, soeces hombrecillos, mujeruchas arrogantes. Pienso en si convendría dar un portazo al salir pero decido cerrar la puerta con suavidad.

LOS HECHOS EN EL CAUCE DEL RÍO

Solíamos bajar al río. Joe, Dick y yo. A veces nos acompañaba la pequeña Madelaine, pero esto no sucedía muy a menudo pues resultaba patente el malestar de Joe en cuanto Dick, o yo, comenzábamos a rondar a su hermanita. En estas cálidas tierras del sur, es frecuente a los catorce o quince años el que una jovencita se haya casado, y cargue con la responsabilidad de uno o incluso dos chiquillos, solo que Joe estudia en la ciudad y conoce del mundo y cree que esto no es lo correcto, o al menos, nos dice él, no lo que desea para Madelaine. Ellos son huérfanos y Joe en verano, en los calurosos meses de Julio y Agosto, se ocupa de la pequeña hacienda heredada de sus padres, el infortunado matrimonio Wishpool. El resto del año es el tío Willy quien botella en mano deambula por la finca. El otro tío, Edmon, se ocupa de los gemelos en San Ignacio, solo que siempre anda demasiado ocupado como para dejarse caer por el pueblo, así que en lo más profundo del verano del más profundo sur, Madelaine, Joe y Willy campan revueltos y a sus anchas sin la intimidatoria presencia del disciplinado pariente. Abajo, junto al gran árbol que se asoma en la ribera, está la plataforma que construímos entre todos, entonces estaban los hijos de los Quancey, John y Sarah, el pequeño tartamudo de la viuda Saltwear, Timy, las tres niñas Spencer,Sonia, Wendy y Emily, también Dick Lowry, y por supuesto Joe y Madelaine Wishpool y yo. No eramos los únicos muchachos del pueblo, pero al resto de familias les parecía impropio aproximarse a nosotros, los muy pobres, algo que aceptaban con agrado y consideraban regalándonos pétreos proyectiles en los ocasionales encuentros, o a propósito forzados para animarse. Sobre la plataforma, con tal fin fue ingeniada, se descuelga de una de las ramas del robusto sauce, el columpio pertrechado con uno de los viejos neumáticos del destartalado tractor del Señor Lowry, algo a lo que no se podía permanecer ajeno, pues en cada uso el bueno y fanfarrón de Dick se hacía eco de la procedencia. El cuerpo sin vida de Madelaine apareció desnudo en el hueco de ese nuestro columpio. Había sido violada, ensañándose con fiera brutalidad con su joven cuerpo. La causa directa del deceso se dictaminó como muerte por asfixia, estrangulada encima de la plataforma donde sucedió todo esto, y esparcidos montoncitos de ceniza advertían del fuego en el que se quemaron los jeans, la camiseta de tirantes, las sandalias de esparto y el precioso bañador amarillo que comenzaba a quedársele pequeño, y con él que yo, oculto entre la espesura tras la cual, después se apostaría el asesino, la había visto resplandecer en el mediodía anterior a los hechos en el cauce del río.

LA VAQUITA

Han acabado por dejarme en la habitación del sótano. Una putada. Lo que menos soporto de todo este lío que se ha formado, es que la vaquita hable. No es en sí, tampoco lo de que hable, sino el que no me lo hubiese advertido primero. Oyéndome a mí, hablar a mí, decir, divagar durante días y días empozado como estaba , hasta el cuello en el idílico barrizal en el que se ha acabado por convertir este bucólico y fangoso pseudo-monasterio, donde se suponía iba a encontrar la paz de espíritu, la anhelada cura milagrosa contra este mal que me aqueja. Pero la tormenta soy yo, yo. Y cuando creo haberlo visto todo, superado todo, aparece algo novedoso que aumenta la jodienda, y ahora con estas, hasta las vaquitas hablan.

EL SEÑOR RUSSELL

Había tenido un gato que se llamaba Misifú, y un perrito al cual solo se le ocurrió bautizar como Toby. Por eso a nadie le extrañó, aquella mañana en la que de improviso hizo entrada en la oficina, tarde y cargado con una gran caja de cartón, una ruidosa y divertida caja de cartón en la que se traía dos pequeños patitos, fueran estos presentados como Tito y Tita. El Señor Russell nunca se había casado, en los treinta años que llevaba sentado en el mismo rincón, frente a la misma mesa, ninguno de sus diferentes compañeros, de cualquier sexo, hubo cruzado con él más que unas previsibles y oficiosamente amistosas palabras. Era tenido por solitario, reservado y un tanto huraño. Lo que imaginaría, ni un mínimo atisbo de una escuálida sombra de algo igual, es que él era Batman. No, je je, él era en realidad Duckman, el Hiperhéroe, antes Dogman, antes Catman.

DE LAS VUELTAS DADAS O LA HISTORIA DEL FÍN DEL MUNDO

Abrió el libro -No hay razón que sobrelleve mi culpa. Está mi culpa inscrita en una razón equivocada, está esta razón inmersa en una culpa no adquirida, gratuita-. Lo cerró. Entonces, perezosa, dijo ella _Tengo unas ganas de comerme un calipo..., y en los labios se le advertía una perfecta circunferencia, y un brillo demente, le discutía en los ojos la razón. Otra razón distinta, que no era la suya, ni la de él, quizá fuese, fuera posible ser ese el tipo de razón a la que se adscribía Wallace Jones. Wallace Jones, el padre, el artífice, creador de la Razón Raíz, dormido durante decenios en los sótanos de las bibliotecas, y ahora recién descubierto, impulsado por el nuevo hijo pródigo de la contracultura contracultural, o neo-new poetichal and philosophic and mystichal songwriter. _¿De qué lo quieres?, apartó a un lado el libro. ¿El qué? _El calipo. Nathan y Kittie Sparks, hermanos, amantes y convulsos sociópatas. Nathan & Kittie, icónicos ídolos musicales, refugiados en el decimotercer piso de la Torre San Gabriel, cercados por un ejército policial, compartían el involuntario encierro con un pequeño grupo de adeptos rehenes. Pero como todo siempre, casi todo siempre suele poder ser explicado, en este caso tras haber puesto en el punto de mira a Wallace Jones, entre todos los nuevos wallacejones maníacos, millones de wallacejones maníacos, apareció uno que con la conspiración de los tiempos a su favor, instituyó el mariconismo como religión universal. Y es por ello que los últimos heterosexuales sobreviven, sobrevivimos cercados por los mariconistas. Si alguna especie alienígena encuentra este apunte, lo notará supongo, breve e incompleto, pero sepan para mi descargo que no contábamos con el asalto con arietes polla, ya inminente, y antes de ser aniquilados bajo los golpes de las porras pene, dejo esta constancia del porqué de la futura desaparición de los humanos, y voy a engendrar con Kittie, que lo de los amantes y demás paparruchas se lo he escrito yo para lanzarlos al estrellato, como también he escrito los discursos de Will Servas, el lider mariconista. Ay Dios mío me podrás perdonar.

ARQUITECTURA HUMANA

Siempre en los discursos incidía en su condición de hombre hecho a si mismo. Contaba con una complacencia rayando en la obscenidad, el imparable ascenso que le llevó a ser lo que hoy en día era, y según la pomposa interpretación, Nick Boulder reunía las características atribuibles a un semidiós. De simple recadero en una deslustrada droguería hasta la dirección de un imperio consagrado a la robótica, desgranaba cada peldaño de la fecunda escalera con la concisa precisión de un cirujano y la contundencia alegre de un poeta místico. Los seminarios motivacionales se encontraban aún en una fase temprana y el Señor Boulder pronto cobró fama como el más audaz y moralista de los oradores, registro que dividía a los partidarios de uno u otro orden en dos facciones irreconciliables y profusamente enfrentadas, lo cual lejos de representar un problema elevaba todavía más al impúdico Nick, que decidido a gobernar ambas corrientes se desdobló y atacó y defendió su propia identidad inicial. Entre los moralistas, líder y responsable último de la escisión, Jerónimo Brown, confiaba en una circular interna la inquietud creciente y en apariencia lejana a ser corregida, que los miembros más destacados, disciplinados y activos del grupo, mostraban en relación al escaso interés con que el Señor Boulder había abordado el programa de mejoras ideológicas aprobado, e impelía a la urgente necesidad de establecer un comité revisionista de los contenidos y protocolos de actuación. En el despacho de la Señora Webster, Mary Ann Sacramento se afanaba en ultimar los detalles del informe que contenía la propuesta censora concerniente al Señor Boulder. Emerly Webster, había emprendido una particular cruzada contra aquel arrogante altanero, aquel decidido semental que hubo rechazado sus propuestas sexuales, manteniendo de manera permanente a Mary Ann ocupada en la tarea de rebuscar en cualquier resquicio o asomo de ilegalidad o mala práctica, en contratos y objetivos, que pudiese anular las odiosas conferencias y sentar al odioso Nick en el
banquillo de los acusados. Cuando Mary Ann se encaminó con los datos donde se daba cuenta de una supuesta incompatibilidad de la charla de Boulder, con el desarrollo programado para el primer trimestre de Geología en la universidad de Miami, Jerónimo Brown que a su vez se prestaba a hacer entrega de los nuevos estatutos por los que él y los suyos se regirían, formando un aparte de la Boulder Inc Corporation, encontraron a este reunido con el rector, Victor Wallis. _Buenos días señorita Sacramento, Señor Brown, ¿me consta que ya conocen ustedes al Señor Boulder?, ¿cierto?; y sin muestra de recato o disimulo, se regodeaba con clara sorna en el uso de un estúpido timbre de voz y una más estúpida sonrisa. No fue una reunión demasiado larga, solo lo suficiente para el visionado de unas imágenes en las que Jerónimo Brown, ataviado con un escueto tanga rosa y su correspondiente sostén haciéndole juego, era penetrado por una desbocada Emerly Webster con un pene de goma añadido a su anatomía. Más tarde y en privado, previo control de cámaras ocultas, Mary Ann Sacramento y Nick Boulder recrearon la escena, y a pesar de las súplicas de Mary Ann, el Señor Boulder no vistió su cuerpo con adorno alguno.

PLACERES OSCUROS

Limitado a un movimiento cada vez menos rápido, menos ágil. Cada vez constreñido más en un punto neutro, pasé de parecer una sombra a ser una sombra, entonces empecé a cazar. Salía en las últimas horas de la tarde de un verano en especial caluroso, y aguardaba arrebujado bajo ese envolvente manto de luz crepuscular el paso de potenciales presas. Fueron al principio pequeños insectos, hormigas, escarabajos, arañas... aunque creo que en propiedad ninguno lo son... insectos. No, no lo son, son peores, son monstruos. Luego, ahí arriba, desde donde enviaba las ordenes para que mi pie inclemente sacudiese el rutinario espectro vital, al que las indefensas víctimas se aferraban, más pronto o más tarde, no recuerdo, no sé recordar, se dio un necesario vínculo entre el tamaño de estas y la creciente insatisfacción que me notaba aumentar de manera progresiva, peligrosa. En concreto para los murciélagos, al reunirse en estos las características acordes al caudal de sangre por mí demandado, por mi desaforada e inquisitiva sed tan solo apagada con aquellos astutos vampiros, a los que aprendí a llevar con una frecuencia digna de una deliciosa Diana, a las no menos astutas trampas a las que tantas horas y empeño dediqué. Fueron en esos días de detalle, plan y premio cuando se me amontonaron recién nacidas en un parto por completo indoloro, incoloro, por completo desnudo de matices, las extraviadas sensaciones que siento dulces me inclinan en alguna atractiva dirección.

FANCY JOHNSON

A veces, y sobre todo cuando las cosas van mal, Fancy Johnson se aparece en mi vida. Parece tener un poder sobrenatural para materializarse, y esta vez de veras la necesitaba. Recuerdo los muchos instantes de agobio previo, los largos y tediosos preparativos que en lo tocante a cualquier acto de fe, nos embargan y distraen al punto de desaparecernos al resto de insípidas gracias que llenan sin que en ellas apenas reparemos, el escaso sobrante de las intemporales horas. Mi mujer, Luslaila, no daba un paso sin antes asegurar en el mapa de los tesoros una firme tuerca, un adesivo ultrafijador capaz de inmovilizar por siempre al pobre diablo de Jacobo Dowell. Simpatizo con ese muchacho, claro que también simpatizo con mi hija, la quiero, claro, la quiero muchísimo, pero eso no me hace olvidar que es medio idiota. Desde el papel de sujetador de todo lo sujetable que me ha tocado representar, voy dejando caer pequeñas injurias, pequeños despropósitos, un sabotaje que se direcciona hacia cualquier bando, y al cual he de reconocer cumplida ineficiencia, y es que de dicho método no obtengo más de medio segundo de inquisitivas e inquietantes miradas, olvidadas al instante. Fancy es una ex azafata de vuelos transcontinentales reconvertida en bruja, en vidente de altos aires como hace hincapié al referirse a sí, yo la conocí en el aseo de un avión en un viaje a Santo Domingo, y desde aquella vez que apagase mi sed, han sido bastantes las ocasiones en las que se ha transmutado en una auténtica tabla de salvación. La verdadera y cierta causa de este deseo de boicotear la boda de mi hija, dejando aparte los motivos con los que yo mismo pretendo autoengañarme y minimizar el egoísmo propio, y manteniendo la casi realidad del idiotismo de Lorelay, es el hecho de haberme enamorado de la Señora Dowell, una alegre casquivana a la que nada importa el futuro enlace y me ayuda más bien poco en este afán destructivo que me domina. Entonces, siempre entonces cuando se aproxima el futuro desastre, se abren las nubes y aparece Fancy Johnson, risueña, esbelta, rotunda, y apartándome a un lado me hipnotiza y se pone mi problema a las espaldas.

WALTER EN ROMA

Conozco Roma de pasada, por un par de días casuales hace un montón de años, y que me han dejado apenas una docena de imágenes, que a modo de flash, como un carro de diapositivas conforman la inmóvil impronta, la débil huella de esa enérgica ciudad sobre mí. Lo mismo puedo decir de Madrid, París, de Londres, pero a Walter el interés se lo suscita Roma, ¿por qué?, creo, supongo, una chica, pues es parco, celoso con sus cosas y más aún tratándose de amoríos. El caso es que Walter es mi mejor amigo, el único, y Walter se muere. Antes de que el cáncer se lo lleve quiere conocer la ciudad eterna y el vínculo entre esta y él soy yo. El análisis in situ, la observación directa es importante para mi amigo, tanto que desconfía de todo cuanto no ha podido ser testado por sus agudos sentidos y desarrollado intelecto, por ende, la sola mención a introducir un método deductivo que parta de datos no concluyentes, no comprobados en persona, suele ser causa de encontradas desavenencias. _Mera especulación, afirma en esos casos, y doy fe de que para Walter no existe mayor pecado, nada comparable en malignidad a la especulación. Atrincherado en los sedantes son pocas las horas en las que permanece dueño de sí, y aún en estas la claridad de pensamiento, la coordinación de las ideas se encuentra en exceso mermada, provocando un sinfín de desvaríos confluyentes todos ellos en un mismo lugar, en Roma. Hacia donde ahora yo me dirijo, a empaparme de ella para que Walter pueda tenerla, asirla lo más cercana entre sus brazos antes de que expire.

EL PABELLÓN DE LOS REOS DE LOS CACAHUETES

Ser despacio Ser siendo despacio Ser entre tanto todo Ser entre tanto nada Siendo y seguir siendo Ser sin ser Ser despacio despacio Grabado encontrado en una celda del pabellón H en el penal de San Ernesto. Me alcanzan la comida que tomo de entre las manos de los alguaciles, una mezcla de leche agria y crema de cacahuete que da cuenta del menú especial para reclusos conflictivos, para reclusos reos de muerte. Importa poco el por qué estoy aquí, importa también poco la justicia o injusticia de tal por qué. Nada es ahora importante cuando soy despacio. Por alguna razón, comprensible sin duda, cada uno de los segundos que para mí transcurren, representa alrededor de unas siete horas del tiempo ordinario del resto de los mortales, lo he entresacado en base a extraños y metódicos cálculos. Con excepción de las diferentes manos que aparecen por una estrecha abertura una vez pasadas seiscientas cuatro mil ochocientas horas, me acompaña tan solo el acolchado uno por uno por uno de mi opresivo y mortuorio habitáculo ataúd. Dispongo de cuatro mil doscientas horas para deleitarme con la proteica mezcla y beber filtrados mis propios orines (Cago y meo en una rejilla esquinada), luego, el resto del tiempo, a la par que siento hincharme y empequeñecer el espacio, con la yema del dedo escribo un poema, un mantra en la pared.

EL SOPESAR

-Un grupo de escolares recibe el sopesamiento testicular en el dispensario médico de un Colegio de los Jesuitas. Por entre las piernas de cada muchacho, la cabeza de una cuchara sopera, con destreza guiada por la mano del paciente doctor, alza las jóvenes gónadas y transmite a esa docta mano la información concisa para el dictamen de un resultado. Tal vez a la misma hora, en el ambulatorio de un barrio cualquiera, otros escolares de algún Colegio Público son también revisados, solo que la docta mano no es acompañada en esta ocasión por ninguna cuchara ni artefacto, sino que es la misma mano enguantada en látex la encargada de ejercer como plataforma para el sopesamiento...- _A nosotros nos los pesaban en la balanza de la frutería. Una vez Faustino hubo mostrado la existencia de una tercera vía, el resto nos vimos en la obligación de añadir algo para evidenciar el interés y respeto merecido, que sabíamos era lo esperado por el autor del texto, al habernos convocado en cuadro a toda la panda con motivo de aquella pública lectura. Para fortuna nuestra, por ignorancia en letras, inapropiado auditorio, de nuevo Faustino, tomando la palabra soltó abrupto, _Tanto misterio para pesar unos cojones. Y fue quizá eso, el soltar ese "tanto" al aire, sin llegar a decir, a opinar con franqueza, además de sumar la segunda puntilla, y luego suponiéndose el hecho después famoso como conclusión de la velada, en el que se hizo una comparación del ambiente, propicio al parecer de la mayoría, como el necesario para llevarse a cabo una matanza literaria, lo que creemos motivó la inmediata desercion, del bar y de la literatura, de nuestro común ex-amigo. Hoy, en uno de esos casuales reencuentros que en ocasiones se dan en la vida, me he enterado de todo lo relacionado con el asunto, tal cual había sido ideado por Indalencio, el incomprendido narrador, y de verdad que ha sido uno de esos momentos para no olvidar, es un tipo estupendo Indalencio, vive desde hace un montón de años en Cartagena, donde se casó con una murciana que conoció cuando hacía la mili. Un servicio militar, del que mucho tiempo atrás y con el corazón roto pensaba desertar para buscarse a si mismo por los montes de la India, porque Indalencio tiene siete testículos y cinco penes repartidos por su cuerpo y la novia de entonces lo desconocía. Hemos quedado en vernos con las familias este verano, me ha enseñado las fotos de dos niñas chinas preciosas y las de su murciana de catorce vaginas, pero antes me ha hecho prometer un viaje al pueblo, porque no he podido dejar de contarle, que el bueno de Faustino, ahora el médico y el sacerdote también del pueblo, aún se sigue afligiendo en las revisiones de la escuela.

EL APODO

Era pariente de Luli "Marranete" Soslayo, pariente lejano, sobrino de un primo segundo por parte de madre o algo así, no importaba en cualquier caso nadie le iba a reclamar el apodo, nadie en su sano juicio. Pasó Luli por ser uno de los mejores, el más técnico, el más rápido, el más sucio, pero lo que aún perdura en la memoria de los aficionados, de los promotores, de los rivales, es esto último, sucio. Cierta la coincidencia de una época excepcional, en la que se dio un ingente número de brillantes promesas, futuros campeones que peleaban duro y bien, y decir que entre todos Luli Soslayo, El Torbellino de Carrizo, era el más sobresaliente no es faltar a la verdad, solo que tampoco es abarcarla por completo. Hubiera Luli aguantado el sobrenombre de Torbellino, si no hubiese sido esa afición suya al alcohol y a las putas, tan desmedida. Aún habiéndose mantenido en una aceptable forma física y mentalmente fuerte, durante casi todo su recorrido profesional, el gusto por los numerosos éxitos que le peligraron en el precipitado y lento, pero avasallador declive, no le dejó otra opción, confesaría él mismo en privado que buscar una manera para obtener ventaja. Y fue por ese tiempo en el que se machacaba, literal la cabeza contra las paredes, perdido todo contacto consigo mismo en busca del milagro que le permitiera aventajar, cuando Remigio Reinosa, el perenne preparador físico acodado junto al saco, le dijo _Diablos Torbellino, hueles a demonio. Ramón Raúl Soslayo, era mas bien gordo, flojo, bastante caradura e indecente, muy indecente. En un arranque de lo que él creyó lucidez pensó en emular los últimos años del pariente, y lo que vino a ser peor, lo llevó a término. Pero le pudo la codicia, la insensatez, y por supuesto excluidos el sentido común y la suerte, a nadie le ha sorprendido que el Yunque Barrientos lo acabe de mandar sin vuelta al otro barrio.

EL MARCADOR
Socio la siguió todo el día, también durante todo el trayecto hasta la estación. Ella hizo como que no se daba cuenta, pero estaba en cada momento pendiente del hombre de la gabardina. Es muy de tópicos mi amigo Socio y yo ya conocía de antemano cuando le pedí vigilase a Peny, el completo fracaso de la empresa. Esto él no lo sabe, por supuesto, pero forma parte del plan, porque Peny lleva semanas, meses viéndose con otros hombres, es muy puta, mucho, muy puerca y mentirosa, pero yo a ella no la quiero perder, y he ideado una manera de salvar la relación, la relación y el orgullo. La primera parte del plan, la de presionar un poquito, carece de sentido, si tenemos en cuenta que ella conoce a Socio aún mejor que yo, son demasiadas las veces que se ha tirado al viejo zarrapastroso, y la segunda parte que consiste en que yo le dé alcance, por ahora va por mal camino, el marcador muestra un contundente ochocientos treinta y cinco mil cuatrocientos cuarenta y ocho a uno desde que la conozco, y ese miserable y patético tanto mío, es ella.

ROMEO HEARTS

Las canciones de Romeo Hearts acaparaban las transmisiones en emisoras de radio y cadenas de televisión. Internet era territorio de continua alusión a él y a su música, y era raro el día en que los noticieros no abrieran con alguna referencia a su persona. Romeo Hearts estaba de moda, era la moda, pero aún así no era feliz. Había algo, algo que se le escapaba y sin embargo era capaz de sentir, de palpar incluso en el enrarecido ambiente. Entonces, por un impulso adormecido hasta el momento, por un presentimiento que le imposibilitaba el descanso y atenazaba el corazón. Pensó que aún a costa de destruir a la par su carrera musical, tendría que probar, tendría que hacerlo, y escribió esta canción. Monkey woman Trastornada. Demente. Sucio trozo de mierda. Enferma mental. Puerca perra hija de puta. Ramera. Furcia. Basura. Subnormal. Todas esas cosas tú eres y también muchas más. Cucaracha. Despreciable rata. Viscoso insecto. Comedora de mierda. Nauseabunda mujerzuela. Infame despropósito del mundo natural. Infecta prostituta. Zorra. Insalubre. Anormal. Todas esas cosas tú eres y también muchas más. Gonorreica chupadora de culos de viejos, y moros y negros cagados. Enferma monstruofílica: desdentados, babosos, retrasados mentales , negros y moros como monos deformes... Marrana. Despropósito humano. Aborto. Podrida y mala puta. Aborrecible y asqueroso ser. Psicópata. Todas esas cosas tú eres y también muchas más. Arrastrada. Lombriz. Infernal presencia. Apestosa. Cerda. Bastarda hija de puta. Bastarda hija de perra. Podrida. Vomitiva. Mujerucha. Ojete del mal. Todas esas cosas tú eres y también muchas más. Y así fue como el mundo se redefinió, y por más que Romeo Hearts ha intentado deshacer la mortal estocada, no ha sido posible porque una vez que se asienta la verdadera naturaleza de las cosas, es ya esta inamovible. Lo quisieron proclamar Rey, Emperador, de su mundo y del universo a conquistar. Ahora Romeo vive y aulla en un perdido bosquecillo donde alguna vez le escribe canciones al río y a las piedras.

EL SUEÑO DE CATALINA

En los momentos en los que el día aparentaba una mayor tranquilidad, Fabián Sforza sacándose del bolsillo izquierdo de la arrugada chaqueta una pitillera de plata, se encendía el único cigarrillo que se venía permitiendo desde los últimos veinticinco años. Era Fabián hombre de costumbres e ideas fijas, cabezota según aquellos que del trato con él se llevaron más de un disgusto, intentando ingenuos bajo su buen y propio criterio, hacerle entrar en entendederas, _pasar por el aro; decía él, y él por el aro no pasaba. _Que no era un león de circo, un perrito faldero de esos que mueven el rabo y agachan las orejas. _Y los atizas y toda la selva se queda en vacío, toda la holgura en menudencia; y dicho esto, uno ya sabía que de Fabián Sforza no iba a sacar nada más. A Catalina Sforza hacía tiempo que venía a rondarle una idea, aparecida a la noche, con los primeros rayos del alba, los mismos rayos que le anunciaban el cotidiano quehacer de los eternos cuidados al servicio del tío Fabián, el completo organismo onírico creado en su cabeza se desvanecía sin remedio, dejándole a cambio una inapacible sensación de angustia que ella solo acertaba a atribuir al desánimo, a la rutinaria aspereza de la interminable canción del impávido minutero, y es que Catalina nunca se acordaba de sus sueños.Situémonos ahora en la siguiente escena, el tío Fabián sentado, repantingado más bien entre mullidos cojines en el butacón que recibe todo el calor del mediodía. Es un hombre bajito, de piernas y brazos cortos y rechonchos, como todo él. Es de piel oscura y está cubierto de grueso y duro vello que le sale de gran parte del cuerpo, incluso se le pueden encontrar algunos pelillos en las palmas de las manos. Lleva la redonda cabeza afeitada, pero se la cubre siempre con un bonete verde oliva, que siente que junto al recortado bigotito le otorga un ejemplarizante aire marcial. Ha llegado no ha mucho de la Casa de Juntas donde con su particular aplomo, ha puesto de relieve las fallas de sus convecinos, y en este momento, pasea lentos, solemnes por la sala, los diminutos y hundidos ojillos de hurón. Aquí de macizo y pulido roble, la repleta librería de lujosos volúmenes encuadernados en piel. Arriba los clásicos de Grecia y Roma, el total de lo que la modernidad ha rescatado, y junto con estos, o bajo estos ocupando los estantes inmediatamente inferiores se encuentran espléndidas reproducciones de cualquier códice conocido de la Edad Media, y si seguimos el orden descendente podríamos ver como ahora ven los ojillos de Fabián Sforza, cientos de obras maestras comprendidas desde el siglo diecisiete hasta el siglo veinte. Es sobremanera desmedido al solazarse en el exterior de ese, le gusta llamar arca de la sabiduría, pero lo es aún en mayor medida y es en extremo, injusta medida por cuanto no debiera existir como tal, y de hecho así es menos en la cabeza del tío Fabián, cuando se sumerge, ensimismado hasta el punto de vizquear, entre las líneas no leídas, entre los párrafos nunca vistos, entre las tapas jamás abiertas. Luego de salirse de tan complaciente y febril estado, recorrido el electrificado cuerpo de punta a punta por la dulzura de la posterior resaca, toma en cuenta que todavía Catalina no le ha dado el aviso para la comida, -Esa vaga de Catalina-. Pero antes antes de que pueda empezar a largar pestes contra la ingrata sobrina, se le aviene la imagen de una enorme cazuela de codillo, y es que había olvidado el almuerzo al que incó buen diente tras acabar en la Casa de Juntas. El recuerdo del codillo le regresa al hipnótico trance anterior y su regordeta mano revuelve diestra dentro del bolsillo izquierdo de la chaqueta del traje azul, de donde de la pitillera de plata, extrae con celo un cigarrillo en un gesto mil veces ensayado. Coloca este en el húmedo hueco siempre entreabierto de sus gordezuelos y amoratados labios, y se ladea entonces un poquito para alcanzarse el pesado encendedor con el que corona la errática mesilla, la misma que hubo comprado creída marfil en aquella ocasión en que estando enfermo de gravedad, próximo a la muerte aunque el estúpido del doctor se negase a admitirlo, aún se sobrepuso y acudió a la maldita subasta benéfica anual. Fabián Sforza tiene agarrado el encendedor, el cigarrillo empujado desde las vértebras de la columna le va al encuentro, pero, al acercar el dedo pulgar de la mano derecha para darle el giro a la rosca, dejaremos en suspenso la escena. Hace rato que Catalina observa, la joven es la antítesis de su tío. Menudita, delicada, luminosa. Los grandes ojos cristalinos de Catalina no advierten en el hombre que yace despatarrado, estrábico él, y sí, quizá sea un hilillo de baba eso que asoma a un lado de la boca, la despótica tiranía que desprende y de la que hace un uso amargo y atroz. Ella escucha, acata y cumple sin contravenir jamás la voluntad del tío. No se cuestiona el derecho a una propia, a una propia e íntima individualidad, a una vida propia. Está a punto de volverse hacia la cocina pues conoce del inviolable cigarro, y es en el instante justo en el que la orden de giro quedaba impresa en el cerebro de Fabián, cuando con el chasquido del mechero siente Catalina que algo le estalla dentro de la mente, creando un espacio vacío, igual a los sueños.El primer síntoma al cual el tío Fabián le dio importancia, fue en realidad el conjunto de unos y apenas perceptibles cambios, que al irse sumando acabaron por avocarse a una pérdida absoluta de control, el suyo. Indiferente al proceder de Catalina, por estar este mecanizado, automatizado en extremo, contando muchas horas de sudor y doctrina, el bueno de Fabián no consideraba el ejercer por superflua e innecesaria una férrea vigilancia sobre su sobrina. -Yo a la muchacha le doy libertad-, se jactaba capcioso, de libertario entre los amigotes. Por eso no pudo notar, al no prestar la necesaria atención, cuando la muchacha comenzó a obsequiar con leves toques en forma de cintas de color, a la hasta entonces por entero gris vestimenta. Ni cuando al servirle puntual el té o el café, o lo que se le antojase ese día, Catalina lo hacía con un suave pero audible canturreo asomado a los labios. Tampoco se fijó aunque difícil fuera esto, porque nunca entraba en la habitación, de donde Catalina había empezado a desenterrar de los armarios y de los cajones de la cómoda, los viejos objetos a los que después de tantos años empezaba a identificar con un uso concreto. Así, tras haber recogido en una experiencia para ella nueva, y excitante, y deliciosa, montañas de flores, las diseminó con cuidado por toda la casa en los antiguos floreros rescatados al olvido. Así, habiéndose perfumado con unas gotas extraídas de uno de aquellos frasquitos tan parecidos a la magia, así, Fabián Sforza de repente, un día cualquiera, sobresaltado percibió con miedo, con estupor, la felicidad de Catalina.El final de esta historia es de sobra conocido, bajo aparente inocencia el mal vuelve a campar a sus anchas. Desde el asesinato de Fabián Sforza, los guardianes de las puertas aún siguen, enconados en la búsqueda por encontrar a un digno carcelero, a alguien capaz de sujetar la sonrisa del demonio, que danza esparciendo muerte y destrucción escondido tras ese rostro de niña buena.

EL IDIOTA DEL BOSQUE

Hace algunos años, no demasiados, debió de suceder esto por el dieciséis o así, o en todo caso por ahí cerca andará, que aún a pesar de que estoy a unos pocos clicks de conseguir la información concreta, soy un poco indeterminado en cuanto al uso de los ordenadores, voy a decir mejor, indispuesto con la inmediatez. De cualquier modo, este digamos primer hecho, consistente del porqué del siguiente, un hecho, el otro, relativo al hallazgo de un cadáver en un aislado barranco, en una zona de paso no muy común en el bosque de... vaya, no lo recuerdo. Bueno, decía... que este hecho por si solo, un cadáver descompuesto al que apenas y únicamente después de un minucioso análisis, se le encontraron restos de tejidos, no representaría más que una víctima al final inedintificada y un veloz olvido. Sin embargo, una carta sin remitente mezclada entre la correspondencia de mi despacho, y que hoy transcurridos veintitantos meses sigo conjeturando acerca de la identidad que no la persona, a quien atribuir dicho envío, me puso encima de la mesa varios textos, unos breves relatos y unos poemas, junto a algunas también notas explicativas, que de inmediato, en la sucia hoja donde se enmarcaba el conjunto impreso, fueron a parar al cajón más bajo, cabe decir el de los asuntos más intrascendentes, en el fichero menos importante de la oficina. Y se hubiese convertido esa, en otra sepultura, quizá definitiva para la historia del idiota del bosque, sino fuera por el olvido, ahora del embarrado y feliz sobre, en el que llegó aquel desacostumbrado envío. Al cual una más que oportuna ventolera, sin duda atribuible la ventana abierta al equipo de limpieza, dio el remedo para volver a mis manos, y habiéndole prestado una mayor atención, casados el escaso volumen de trabajo y vicisitudes deportivas, conquistó este el indulto, y no solo eso, sino que escaló entonces hasta el cajón de más altura en el fichero principal, el cual yo atiendo y dirijo en persona como máximo mandatario de la editorial. Pronto me puse a trabajar en el conjunto y encontré con bastante rapidez al candidato ideal para escribir la historia del idiota, y contándole esto mismo, le di copia de los textos con la recomendada libertad de reunir de todo ello una redención, una estética y una moral, de levantar, de construir una verdad, una verdad desnuda. Pero sintiendo como parte del trabajo ha sido o fue mío, le puse nostálgico el siguiente pie. El idiota del bosque. Vió el bosque, inmenso ante él el principio del bosque. Lo profundo, lo enorme lo consiguió ver detrás de sus ojos, en el mismo lugar en donde se anticipaba el precipicio sombrío al cual le entregaría la vida. Aquellas imágenes, aquellas palabras obscenas, asquerosas, aun le escocían y estallaban como pútridas bombas en los huecos cerrados y oscuros en que se le hubieron convertido los sentidos, la razón. Las violentas imágenes escabulléndose en busca de una unión plausible, de un vínculo plausible y comprensible, al que se pudiera orientar la secuencia perversa, demoníaca de los hechos. Solo hasta el precipicio del bosque, allí todo cobraría un sentido, un significado real...

DIGNIDADES A DIEZ EUROS

Colecciono errores, aunque bien sabe dios que no los busco, en realidad hace ya un montón de tiempo que no busco nada, y nada es nada, tampoco amor, tampoco sexo, estos, ya hastiado, por buscar y no encontrar. No pretendo construir una teoría que contrarreste al sabio refranero popular, por el cual se guían los designios y actos de una parte del pueblo español, pero para aquellos que invoquen el dicho, decirles que no es así. Volviendo a los errores, aparecen, y estos sí, de la nada, en cualquier situación y sin causa o presagio aparente. Para no minusvalorar a los karmáticos e invocadores de fuerzas, les apunto que en ciertas temporadas de verdadera esperanza, es decir, no forzada, auténtica esperanza, los rayos de la felicidad no se dignaron a alcanzarme. Bueno pues volviendo, otra vez, de nuevo, a los errores, y en concreto a ese que me costó los diez euros que recién hube encontrado a pie de barra, recién puse en la mano de aquella morena estupenda, la de los monólogos, la de las lenguas muertas, y como bien me dijo, la buena actriz, aunque lo haya sido solo durante los cinco segundos que tardaron en brindar ella y sus amigos a la salud y a consta del tonto. Pues ahora, tras la rabia y frustración inicial que me supuso confirmar la poca credibilidad que me merece la condición humana, y como yo no soy el diablo, y no colecciono almas, ni colecciono dignidades, os las devuelvo, son vuestras para si os place las volváis a mancillar.

BOLETOS

_¿ Alou, dóctor con tilde en la ó de ó, me proclama el you? _Sí, sí de sí con la tildada arriba güey, o no, según se me aireén los arroces me pinto. Que yo me pinto a güevo y puto todo lo nomás carajo. _Pues carajito las machadas, ahorita le pegamos al Basto que se puso hembra en la corrala. _¿Del boleto? ¿ Y por dónde se los sopla guey? _Licenciado que ustedes los letrados, ilustrados son, no más ver en la corrala sus bravuras, lo que le pitan las vinagres. Que las aceita con papel bueno que ya es candela, como muéstran el trofeo por la Avenida. Arriba y abajo con el bulto en alto. _¿ Y ahorita la pendejada huevóon? Con dos óo y la primera se la tildamos. _Pues ya se me arrima al boleto con la marmita de lospedos. Que se le arriflan las interrogantes, ahorita del primero ya se le cae. _Huevóon, a qué más pendejadas fuiste boludo de mierda, maraca, zambrano, velotilla ¿Lo hecha nuevo el asunto? No me jodió la pinta para el pedo puto. ¿No guey qué el boleto?, se lo comen de lo inglés.

HISTORIAS DE MONSTRUOS. LA CANCIÓN QUE NO APARECIÓ EN ZIGGY STARDUST

A Pino Puente le crecían los enanos, los peores, los que más le escocían , eran el nutrido asentamiento que había tomado su culo como patria. El culo de Pino Puente era un hervidero con todos aquellos detestables monstruitos echando carreras, un continuado ir de aquí para allá, correteando entre los enseres que formaban parte del campamento. De cuando en cuando notaba Pino un alivio, y del supurante grano emergían entonces extraños cánticos que alguien ajeno al fenómeno habría de confundir con execrables flatulencias. Pero sabía Pino que se peinaban, se peinaban y cantaban en su honor y era una sensación extraña . Era como si su culo se arrascase solo.

BAILE DE MÁSCARAS. DE LAS HISTORIAS DE VALHALLA

Mi nombre no lo podríais pronunciar. Si a fuerza de siglos y siglos de duro, muy duro sería el trabajo, os sentís tentados, listos para la prueba, recordad que al más leve desacuerdo ritmicosónico arderéis sin remisión, Áunque vaya tontería, si la plaza en el infierno hace ya tiempo en que la tenéis lista, reluciente con su rojísimo y purificante fuego abrasador, pero eso lo sabéis y os importa poco. Por las venas me corren en una proporción y densidad para vosotros desconocidos, ríos enteros de la sangre real de Ávalon, y océanos divinos, de divinidad especial, la buena, y aunque os lo habrá comunicado la capitana Poison Snake en alguna rueda de penes, ¿qué nos pasa amor?, mi lugar preciso para nacer fue elegido para mí por mí mismo, en la decisión dividida del infinito temporal, miles de años antes de los otros miles en que empezó todo el Tiempo infinito. El Valhalla es mi cuna, así que vengo de la muerte para salvaguardar la vida, pero no, no soy Dios si acaso os lo preguntáis, pero soy lo más cerca que váis a estar de una fuente primigenia, primordial. Soy un Ángel de combate de Amor, nivel divino especial con licencia para crear. Algunos me ven como un jedi a medio camino entre James Bond y Anacleto, aunque inciden mucho más en el último los cabrones. Salvaros ahora que podéis. Dos notas. Una para las sensatas y aún en fase no terminal, no lo sabréis pero os transformaréis en algo, no humano y esclavizado al servicio sexual de un invasor de colmena. Pensar por vosotras mismas, pensar ya en los esclavos y obreros delcuartel de la capi, de la Poison Snake, I love you poi, snakecita mía, como suben pecho tus poetas, acaso no saben aún que siempre supe lo de las máscaras. Otra nota, para mi dulce y arrastrada serpiente. Es una adivinanza, o un mapa si lo prefieres, mi nombre angélico vida mía, ángel mío, por si me quieres matar aún a consta de adelantar tu infierno, está entre los dos y siete puntos de una onda que te puse en el ¿era el alma?, y que podrás buscarte siempre que tengas un buen equipo de música, con Los Pecos y su icónico Lp Un par de corazones a todo trapo, mientras cantas y recitas el poema o canción del gran Romeo Hearts, Atorníllame el amor. Finaliza con un empacho (musical), y te recomiendo sin imponer, capitana, siempre a sus órdenes, por ejemplo, Sons of Odin, esa tan nuestra de las puertas del Valhalla, mi Valhalla. Nothing gonna change my love for you, el atemporal himno de Glenn Medeiros, la festiva y multitudinaria, Chupa la gamba, y en esta dale al reply e insiste mucho, muchísimo porque contiene una buena pista, y ponte también alguna de las que en fechas próximas lanzará el incombustible Señor Hearts, quizá la que pueda dar título al esperadísimo álbum debut. Sí, piensas bien, es esa, la misma, guau, Ángel de combate de amor. Un beso, de lejos capitana, y no le cuentes a nadie que yo soy también Romeo Hearts, o otro cualquiera, que yo tus máscaras las conozco, pero tú no tienes ni idea de toda la capacidad que tiene mi único ser.

EL ACCIDENTE

El que hubiera sido mi suegro, de no haber mediado el accidente, era un ser despreciable en cualquiera de los aspectos con los que en el cotidiano trato, nos vimos en la obligación de relacionarnos. Yo, cegado por Rosarito, Rosarito por su padre, y él, el cabrón cegado conmigo. Formabamos un trío lo menos, interesante. _Renato, papá ya me da permiso para hacer el amor. La extrema luminosidad irradiando del rostro, las palpitaciones aceleradas de mi corazón anhelante, el calor que se me concentraba en los hinchados testículos y el repentino pene erecto inflamado, apenas duraron un suspiro. Lo que Rosarito tras el suspiro del demonio, ese suspiro para siempre, infernal repiqueteo en mi memoria, tardó en encadenar _Ay Renato, pero papá quiere supervisar el proceso. Cabal y sensata, la huida, pero en el segundo en que se hizo siembra de la duda, los límites fueron barridos y solo una frágil barrera temporal, se interpuso ante el desenlace que inconsciente, el pecho en llamas, los genitales ardiendo, había sido asumido en mi cabeza loca por Rosarito. A Honorio lo conocí entonces, cierto que entre nosotros se había ido formando una fuerte corriente cuyo nexo, Rosarito, alimentaba con tal intensidad, que lo único que necesitamos fue el ponernos una cara precisa. _¡ Renato!, ¡espadachín! _A lo vuestro, a lo vuestro, vosotros a lo vuestro. _Yo, como si no estuviese; y lo decía y se moría de la risa el hijo puta. Quince veces, y el proceso bajo amenaza de una esperpéntica perpetuidad, se repetía, conmigo desnudo, el pene flácido, triste, vencido mientras Rosarito me enfocaba con una suplicante y lánguida mirada. El proceso se repetía, absurdo entre los sarcásticos aplausos y los vítores carcajeantes lanzados por su papá. El proceso se repetía, dándome a la escapada, derrotado hacia el vacío. La decimosexta vez que franqueé la entrada de aquella frontera infernal, cuando de nuevo entré en aquella fría, gélida caldera, con el alma encendida en Rosarito, al fin logré cumplir y en esta ocasión al salir de la sala, finalizado el proceso, tras de mí quedaron dos cadáveres carbonizados.

MAGDALENO COUCOUROUCHE

-Como viene a ser, entre uno de estos, nuestros apetitos, englobaremos el todo asumido a la escala y en la escala por la que nos hagamos concebir. El primer paso es un acto de vacío, exhalar hasta el último soplo de lo que fuimos, de algo acabado y ya remoto de lo cual al fin, hemos conseguido escapar. Ahora nos hallamos en un limbo, donde los sentidos no se vinculan a sensación o reflejo alguno, un recipiente vacuo, inerme, en el cuerpo sobre el que no asumimos ningún control. ¿Así entonces?, ¿desde dónde habrá de llegar el soplo nuevo? ¿el nuevo aliento? Si hemos afirmado en un principio, hemos categorizado la firme supresión de lo ajeno, de cualquier propiedad proveniente de afuera de nosotros mismos. Y sin ser, que lo huimos, somos sin embargo capaces de volver a su seno, en el inmutable origen del vínculo primordial, en la dualidad, en los contrarios nos mantenemos sin estar ni ser y siendo y estando. Es en ese otro vacío, el mismo y diferente vacío, donde la nueva forma proyectada se postergará según aquello a lo cual decidamos pertenecer-.

Metempsicosis Reencarna. Libro I. Aire. cap.V. Valentín Clavijo. Albacete 1772.

-Salían del colegio con las manos cogidas, los niños asustados, un niño a la derecha y una niña a la izquierda. Dispuestos en esa doble fila ascendían con paso lento e inseguro hasta el final de la loma, donde esperaba él con el tambor y el fusil, que si alguno perdía el maldito compás o se desmarcaba de la formación, le disparaba-.

El convertidor de peces. pág. 1. Ernestino Calimocho. Bremen 1940.

He sorprendido a uno de mis alumnos, uno revoltoso, con ese aborto novelado de Calimocho. Tras incoarle una severa reprimenda el pequeño granuja me ha atizado con elegante dureza. Es lo mismo que usted, marca el camino. Sin saber que replicar a esto, acabé por fingir un fuerte dolor de cabeza con lo que dí por concluida la clase. La habíamos dedicado a tramar teorías con la reencarnación como fondo. ¿Cómo explicar que algo es falso pero aceptable y otro algo es cierto y aborrecible? Igual estoy del todo equivocado y son ellos quienes entienden, distinguen la diferencia mientras en tanto yo continuo gravitando alrededor de una nada, sin hacerme una idea del lugar en el que me vaya a posicionar, que no me posiciono. ¿No es por eso por lo que he elegido a Dios?, ¿porque no lo podía ver? Salieron cogidos de la mano, los niños a la derecha y las niñas a la izquierda, Atanasio quedó boquiabierto cuando el huevo se estrelló contra él, pringando su inmaculada camisa. _¿Por qué? ¿Qué hace? No me he salido de la fila. _Me divierte. Además yo soy quien decide y quien marca el camino. _Y recuerda que estás muerto y los muertos no hablan; le grité. Me complico siendo demasiado absurdo, absurdo y vengativo. Haber tomado y hecho de una pequeña insignificancia una cuestión de honor, me ha convertido en el profesor monstruo al que todos observan con miedo. Se que debiera excusarme, dar una explicación o presentar una causa absolutoria por la que pueda justificar... No, no puedo, no puedo hacerles saber que su profesor, el cura, no tiene en que creer. Mirar dentro de uno mismo hasta verse real en el reflejo del alma, ¿no era eso lo que decía San Jacobo?

-Mira dentro de ti hasta que tu realidad aflore en el reflejo de tu alma. Recoge todo cuanto te ha sido dado en excelencia, y pésalo en la balanza de los días-.

Planisferius Personalis in Dio Acorde. San Jacobo S.XII

La inmortalidad, lo inmortal, otra vez ella, que irradiaba en aquel bikini rosa... Hoy se ha presentado hecho una furia el señor Maldonado, quiso hacerse entender el por qué su hijo Agapito que no Atanasio, a la hora del almuerzo, se había llevado a casa puesto el mantel de la escuela. La camisa, la camisa hecha un cristo. Por los pelos, me he dedicado a embrollarle con no se cuales argumentos teológicos de los que ha sacado buen provecho la escuela, al ser beneficiaria de una generosa donación de parte de la chequera del señor potentado. El señor director me ha hecho partícipe, después, entre chascarrillos y alabanzas, de las necesidades que en estos tiempos sufren las escuelas para dar con cualificados jefes de estudios, y me guiñaba el ojo y me sonreía, todo a la vez.
Con el anzuelo picándome en la boca, me han sido más dulces estos últimos días, pero he vuelto a caer en desgracia esta misma mañana, enseguida me precipito, parto desde donde no soy nada hasta donde igual o al menos imagino yo, igual quisiera ser. La hora en la que toca la campana llamando a clase estaba próxima, mi humor, excelente, contrastaba con el de los chicos, saturados acaso por las múltiples revelaciones personales de las que les he participado desde lo alto de mi cima victoriosa en estos últimos días. Queriendo en el cénit de mi benevolencia recompensar a Agapito, remarcando bien ese -re que desautorizaba por completo una sincera compensación, presentándome ante mí mismo y a mí mismo a los alumnos como el más capaz para el buen gobierno de la escuela, me arrebaté a un acto de condecoraciones y le hice al pobre muchacho, entrega de una cegadora camisa blanca, blanquísima, sobre la que refulgían en un rojo aún más vívido, más brillante, las iniciales ASNO (Agapito Semper Nobilis Omnium). Conservé el puesto de milagro. Visto con la perspectiva nueva que el tiempo concede a los hechos, puede ser motivo para el humor, y aquel desencanto feroz se transforma en rutinaria absolución, en solución de criptograma que no es tal, pretendo encontrar a una fiera en el lugar donde se limpia con las patitas el hocico un cachorrillo tontorrón, tal vez un doméstico compañero, o una inocente víctima de sacrificio, o, ¿el impuesto guardián de las ovejas al cual no dejan elección? Lenguaraz destino.

-Estoy tocado, por una varita mágica en la que el mal alardea de todos sus tronos. Confabula, contra mí el universo actual, el del principio de los tiempos y aquel que aún no ha llegado a ser. Y esta es solo una pequeña muestra de su poder, ¿qué no querrá hacerme cuando me sienta de veras preparado?-.

El final de los tiempos. Anónimo S.X

Maldita poesía, tienes entrañas canibalísticas, me retorcía yo entre alaridos y dolores de parto. En que momento perdí la razón, no lo sé, ni si la perdí, que tampoco. El caso es que hube preferido no saber. Mas no bien, en cuanto conseguí rehacerme del anímico castañazo, que siempre se superpone capa sobre capa y se adecua el manto de la somnolencia al paso de las horas, de los días. Como un buen San Jacobo equilibré el peso y encontrándome en un reflejo me procuré a escribir, Lo Abyecto, por Magdaleno Coucourouche, en las venas de mis brazos.

TODAS LAS LETRAS DEL ABECEDARIO

De todas las historias que me contó la abuela, y sí, junto al fuego en el invierno frío, la del origén del diablo, es de largo la más curiosa y desconcertante. Uno siempre se puede hacer una idea de que las cosas importantes, suceden en relación con otras así, importantes. Pero alguna vez puede ser que de una nimiedad, de una insignificancia, una tontería, surja algo de veras grande, quizá una de las cosas más grandes en cuanto que afecta al mundo entero, al conjunto de lo que habita en el mismo, y lo que pueda haber después del mundo, a todo, a la vida y a lo eterno. El mal viene de una menudencia absoluta según la abuela, y las abuelas saben mucho de esto, ya veréis.

FASCÍCULO I. PARA ASOCIADOS A CUALQUIER ASOCIACIÓN. LA NATURALEZA DEL MAL. ESTUDIOS PARA ESTUDIOSOS. EL ORIGEN DE LA IGNORANCIA

Dime. Por qué te vanaglorias Monstruo De luchar y vencerte, a tí mismo Es qué no te han enseñado a contar Es acaso, qué no te puedes ver Ni tomar conciencia de tí mismo

Estos versos, 60000 tiene el total, varía según cartografía, han sido tomados de una antigua leyenda de los indios mazorcos gauechiquilikawas, la cual dice que el mal es la suma de todos los espíritus idiotas que cursaban las clases de apoyo para recuperar primero de parvulario superior. Dice que entre todos los millares de espíritus idiotas, no consiguieron articular ni una sola palabra, ni supieron darle forma a un pensamiento, siquiera cuando el maestro instructor les preguntó los nombres, para que fuesen inscritos de forma totalmente gratuita, en esas clases de apoyo especial. Los espíritus entonces, presa de un odio ciego e irracional, un odio irreflexivo, sordo y cruel, arbitrario y gratuito, violento en extremo, se abalanzaron al unísono sobre el inocente y apuesto profesor. (Algunos estudiosos discrepan o directamente omiten la adjetivación, y la atribuyen en todo caso a una versión más moderna de la leyenda, una 1.0.0 o incluso una 3.7 con espaguetis) como sostiene el decano de la facultad de Somotrillo con Chorizo, José Javier Kwan Smith y se conoce, y aquí sí coinciden todos los estudios, bajo un apercibimiento de sanción del tribunal de La Culpa yo que sé... de aquel Mismo, que proviene de otra tribu. Algo en lo que ahondaremos, pues es un aspecto que a lo largo del recorrido de la obra nos proporcionará la maravillosa y didáctica a la par que entrañable, oportunidad de realizar un fantástico Tour por los más bonitos y exóticos escenarios de la leyenda, en la que podrémos degustar el menú típico de cada región o pueblo. Atendiendo con fidelidad a la exigente normativa de la fabulosa ON'gey. Nos Pasamos Por El Forro Lo Que No Nos Mole (NPPEFLQNNM) las particularidades históricas, culturales y geográficas de cada uno, en esta parte contaremos con la supervisión especial, de la No View More Much so More and Every More Sometimes. (NVMMSM& EMS) para Seres Guais de, y han sido elegidos por sorteo, ante notario y bajo el certificado de control de otro notario, el coro femenino mixto masculino y un poco de fontanería y lo que surja, de la provincia de Masa Chuttes del Central Serengeti, perteneciente al Condado de Not is Not en Chiquitistán casi del Norte. Recordamos que habíamos dejado, que estabamos con aquella marabunta de futuros repetidores de parvularios, y que fue el abalanzarse todos a uno como si una misma, una única fuerza les comandase a todos, y le dieron muerte. A la maligna o uhuh forze o fuerza del mal, el mal en sí, se le conoce en la leyenda (v. 0.0.1 hasta 0.0.7,2) como Chuu-uu-u, que en una traducción aproximada a las lenguas indoeuropeas, viene a querer decir, -los pensamientos que nos son nacidos dentro del culo.



© Borja Wallace Parra Álvarez,
книга «RELATOS Y POEMAS DEL PERRO VERDE».
POEMAS DEL PERRO VERDE
Коментарі