DEFORMANDO LA COMPLACENCIA
DEFORMANDO LA COMPLACENCIA
DEFORMANDO LA COMPLACENCIA

1

Capaz en riqueza de ser tan certero en el disparo que el revólver cargado de balas consigue un acierto pleno y el tirador en orgullo de dianas desinteresa al que pertenece al derecho del remedio contra la malaria, el cañón apuntando al centro, no falla, nunca lo hizo al revés que la jeringuilla que se clava en los brazos que alguna vez con la verdad se mueren, van de pleno hábito de conocer el humo saliente del ardoroso Billy que sobrepasan con abundancia de amplitud el conocimiento de valor que siente quien enfunda más que el que dispara, vale para si, ellos mismos, mendigos de la espesa jungla de diseñadores de enfermedades de plomizo cilindro, cuadros que se pintaron solos con la tinta roja vistiéndose de modernidad ahora en ametralladora. Osera, donde crían las matanzas, de los somalíes, de los senegaleses, de las tribus amazónicas a orillas del río donde el pájaro carpintero trocea la madera en perfección para los ataúdes, y los que quedan salen con fuego en la lengua insultando la bandera del orgullo nazi, la tortura de la bayoneta les aprieta el vientre de vida mas el beso del viento en la nuca de un asesinato chino suena en la radio como una bonita canción, es confrontar un gitano portugués, rumano, español al vino de las playas de California, quise que guardaran el arco, quise que quemaran las flechas y tirasen los cuchillos antes de la pelea porque es de suficiencia la antorcha de la humilde y cabizbaja llama que sin pretender, alborota tanto en el decrecido resplandecer que por más intentos de la horrible amenaza que sobrepasa el peso del camión, jamás podrán unirse en un tiburón tan grande, los glotones de la violenta coyuntura de zarpazos al silencioso esquivador que voceará en el fuego semiapagado del contraataque solvente por inocuidad de la vacuna que este contrasentido referido marca una imborrable huella por el conversionismo merecido de un impotente, rústico incendio de cerilla a la verdadera lucha carnal y copular enrte una pareja de leones, que en tantos documentales he podido ver cuando en este momento en otro canal, una película de ciencia-ficción amaestra al blanco escualo a la vez que en el televisor no puedo dejar de escuchar el rugir de la belleza del nacimiento de un cachorro.

2

Alguna vez de vez en cuando,
a veces algunas veces
se te cae, un rayo de luna,
lo recojo y lo guardo sin que me veas
en el bolsillo del pantalón,
en la cartera, 
junto a la tarjeta del autobús y
otra que nunca acerté a sacarle partido 
pues no estoy en la comodidad de acumular puntos.
Conociéndote en la cantidad 
de tu medida justa
sintiendo la falta, 
esa carencia pequeña de
rasgos nocturnos,
sin culparme en demasía, 
sin culparme en absoluto
pretendo, aunque en el devorador 
y espinoso cuento
de aquel que maniobraba perfecta 
la impretensión,
devolverte el vestido lunar 
que me tomé al igual
que otro viaje más.
Entre el dudar de la certeza 
o quizás necesidad, del todo, 
cariño que expande el deseo de
explorar los límites de una sentida luz,
no sigo horas, 
no cuento minutos, segundos 
hasta que cuando miro no te veo 
y otra en tu sustitución.
Alguna vez de vez en cuando.

3

Tirar al aire y descuajar un pájaro
o bien, equivocarse en la distancia que mide la dilatada oreja del africano, al vano intento de desenchufar las ruedas de la carreta que tiras, que engañas al cambio de un despierto por ceguera igual que amplías los radios, el crecimiento del perímetro en la figura trastocada que abrazas. Efectos colocados con la apariencia disimulada, entorpecida por los precios crispados de unas rebajas reformadas al uso de la consulta de la tarifa más alta y desatascando un desagüe a orillas de un desierto, cansada de ahorrar la nube se vacía en una despedida con firma de huesos y tratado de paz. Es un interés abrasivo abrasivo por placentero caos motorizado, sillas de ruedas con motor conducen al ascensor del ambulatorio, una imposibilidad de ascenso de escaleras, tanto espacio suelto que se gasta en el ensordecedor ruido de caidos picos y plumaje de carbón, y toscos y codiciados coleccionismos, rápidos coleccionistas que sentencian encadenando en avaricia una desnutrida postración al los ecos, sólo ecos ocultando voces, desoyendo humedades para finalmente presentar al suelo los esqueletos perceptibles a resolver dejarse enterrar en facilidad de asesinato y desposeimiento de condición, o la dificultad de ejecutar una orden con otra más persuasiva.

4

La franqueza no viene dada tan sólo en la facilidad de la conducción sino en el hecho de la constancia, con ello, al revés interesa más mezclarse entre el gentío de un bar y copa tras copa, dejar que el venenoso
alcohol grite esa extraña capacidad de los borrachos para vomitar el interior.
No refiero el ámbito pleno de verdad sino lanzarse al carácter de las huellas que deja el oso en su invernal camino, no es soplar la flauta sin mover los dedos, quiere esto el que se ampara en las leyes de una simplicidad de errante y complicada mudez, pero, aún quedan islas de colonialismo, colonialismo libertario, encarcelarse para beneficiar a unos pocos o muchos, quien donde esté en el salvajismo contra la obediencia del himno cantado por la excavadora del asfalto, incluso en el peor poema radiará como un bebe mamando.

5

Todo lo puede el cauce de un mar que envuelve las olas igual que regalos, sueños de magia, de reyes orientales.
Palacios de hielo, o de cristal, de lejos no distingo, no me acerco, esculpidos en las rocas, donde tantos barcos naufragaron, por infantiles sollozos, por sollozos infantiles de paquetes con lazo, negarse a un desarrollo de estiramiento, de alargamiento en el maremoto que arrastra consigo ese tamaño que no pertenece al capricho del que se enreda, echa el ancla, en los hechizos. Cabalga la cresta, tú que no te perfumas con el aroma de la fragilidad inocente, ni sucumbes al destierro de una estrella, todo lo que el cauce puede es ir despidiendo a aquellos que molestan al sol en su coherente discurso, sobre la luz, el acuerdo, el acuerdo al que llega no distingue de brillantes rayos ni ocultas claridades, es un repliegue hacia el mismo lecho donde descansa el que se tumbó por cuestionar.

6

La emergencia de la sirena en el oído 
te imagina la presencia de un cadáver en una bañera, durante unos pocos segundos sientes una satisfacción de funeral de vida, estas vivo, pronto acaba, el efecto 
de la pastilla de la representación es un placer congelado en una nevera averiada, si te diese un placebo fuese igual la respuesta. Cambiar la medicación y el terapeuta aconseja quien harta de escuchar, oír, la palabrería, la música, es continuadamente, de continuo una única función que para si quiere el acostumbrado o el conformista, más huye cuando cansa de esa extrema paz otro buceador de primaveras.

7

Puede que en un momento dado te termines acabando, el oficinista regresa a casa cansado de mutilar teclas, el cuello de la camisa desabrochado y la corbata, hoy, hoy se le olvidó. Apostarías a tu mujer por cambiar de coche, hasta jugaría con tus impuestos contribuyente al crucero por un aumento de sueldo, un buen aumento y un trayecto en el aire hasta donde ningún dedo te señale, impostor de tabernas y oráculos, vences al desmán con la vergüenza que cubre una noche de fin de semana a mano izquierda de la carretera. Cuando el fondo no puede bajar más, cuando te tiemblan las manos al aferrarte a unas caderas que alquilaste con la colecta de suspiros de fregadero, en una esposa que sentada en la cocina acumula el tiempo entre platos y vasos de vino blanco, y un televisor nunca encendido. Te presentas, cientos, miles de veces te has presentado a tus cincuentaytantos, y lo que hace la soledad, esta que mueve el odio a la figura, descalzado, desvestido, desvergonzado duermes una resaca tranquila junto a la materia.

8

Aves que sentís la igual apetencia de un recorrido corto en la alzadura significativa de alas batiendo un quebradizo muelle de salto imposible, o impreciso aunque de utilidad en validez de número, cuando al cruce de océanos continentes, temperaturas no acostumbráis a desmentir lo que atrás quedó o la falta en adelante, no por una norma de abuso a la migración e irracionalidad, esto es tan cierto como la ciencia que hace del equipaje una maleta, sin el provecho formal e inequivocadamente enraizado de poder disimularle unas ruedecillas que distraigan el peso, que nos devuelven en la incorrección. Pero el otro, el otro, que nos resta, esa línea junto a números y palabras que quita no siempre lo sobrante y el remar de un charco con botas de agua con cordaje de atadura científicamente racional y capaz al remiendo de no tener causa de que espera a dos metros de miles de kilómetros.

9

Si en el acto de la travesura capacitamos la acción de un azote, una bofetada, entonces en
la inoperancia, ¿qué haremos?, una mordedura de arranque puede solucionar el malgastado trance que erróneamente en confusión es llamado enfermedad. No es ni una distinción, la verticalidad y lo horizontal, o hincado, es
malformar, deformar, si te hipnotizas en el otro, o en ti si surge, te mancas.
No vemos la película entera, por negación, por excusa, en la secuencia en la que la madre devora a los hijos, atragantados, desconectamos de la pantalla, ahí se resuelve, en una visión aborrecida e incompleta de los enjuiciados, juzgados.
Yo, sin yo, con otro que luego resultó encontré igual, aquí, allí, en la carretera nacional, comarcal, en la autopista, en, en el desvío
que abasteció de dureza las rodillas, flaqueza, desorden, y al orientar, no aprendiendo o autoaprendiendo, no luchando, no soltarse al ir, mejor es en el último límite, una música de palabras de salud innegable a la conciencia de todo hombre, debiera ser, aún no escrita, deletreada en los ojos desorbitados de la soledad, no sonora, sin tacto, sin audición, ciega, muda, pues qué nos queda, qué de lo que tiramos, nos deshacemos, en el cubo de la basura, he vuelto concluyendo nunca haberme ido porque existe, cohexiste entre puestos mentales y no mentales, mas estos últimos apuntalarían una columna de moral, demasiado estricta que es igual en los primeros pero podremos tan sólo referir, me cuesta llegar a resaltar algo tan fácil, que no suele aplicarse, la sangre, la llama, la razón.

10

Ir retirando una a una las balas del
tambor, hasta que el gatillo no atine con la botella, no sé, desconozco si alguien es capaz de vivir con el revolver siempre en la mano,
cargado, no ha llegado el tiempo de arrancar el último plomo, antes tengo que dejar el mapa en perfección de brújula y no es futurizar la precisión que busco, me he adelantado sólo para dudar y pude, a medias, quizás, o por entero saber que cierro, ohh, no sé. Quiero, deseo, anhelo respirar el humo, no tóxico, incontaminado, puramente existencial que se escapa de ese simbólico revólver que es un cañón, un misil, una descomunal guerra haciendo uso del pensamiento, del razonamiento indiscriminadamente forzado, sólo un prolongado hasta el final descanso, la puesta en marcha del piloto automático con el que creo funciona la capacidad de no escribir.

11

Con una suave voz, de invierno apretado, leña junto a la chimenea, no nieva tan cerca del mar, al lado, solamente, de cuando en cuando pocos años, le pido al camarero, un café largo y espero, jugando con un cigarro, saludo un rostro frío, uno de bufanda, me equivoco, es hora ya de ganar algún amigo, de entre el silencio de la concisa circunstancia que mi canción requiere, preparado para sonar de lejos, o cerca, a medias, embarullado, lo que venga, por fuera, que de la propuesta pude construir una sólida estructura y entrar quien quiera, sin forzar, no a la fuerza, sin buscar, el explorador elige, llega en la aventura del invierno, del verano, otoño, y al final del viaje desprovisto de guantes, de bufanda, aunque no me conozca, no lo confundo en los
primeros rayos de la primavera.

12

Casi diría, no, me atrevo a decir
que esta cascada de perlas, de espuma, ama tanto la muerte como vivir, el músculo, la espina de pálida tez, de blanco rostro, venas entrelazadas, finalmente un cuerpo marfileño, una vida al margen, un crimen racista, en forma de elección subjetiva por la obsesiva tendencia a objetivizar, para encontrar el ademán o la disculpa que entraña y cuestiona cualquier idealismo revolucionario, la revolución es el objetivo de todo lo probable, al tanto que encerrarse tampoco, tampoco, ¿qué?, envenenarse tal vez, envenenar. La pequeña ganancia que se encuentra en la pérdida del apagamiento de las hogueras, de los incendios es de tal suma importancia para quien quiera mantenerse en el justo medio, en la cierta mitad de vida y muerte, un parálisis de lluvia, no más malgaste de agua al sonido del despertador de afilado corte, al centro de una fruta donde estoy relativo.

13

El mismo sitio de siempre, un desayuno rápido antes del trabajo, un perfecto maquillaje, sabiéndolo, un último vistazo a la circunferencia, óvalo, cuadrado, rectángulo que toque ese zumo de naranja, es guapa, incluso tanto que molesta sin molestar, una cara, un reflejo, un espejismo para el ojo, cualquiera, también de su pareja el único que conoce el color de la ropa de adentro, y sigue siendo un espejismo colocado en un desierto a modo de sueño distanciado, en una niñez de pintalabios que subsiste en la mujer.

14

Devuelvo al destino lo que le pertenece pues en contribución de actos todo es mío, faltándome el, no rubricar no es la desposesión del objetivo que alcanza quien ve más allá del angosto callejón con éxito de salida, aunque la desaparición, la invisibilidad que beneficia a los que cuidadosamente caminan despacio es una parcialidad, pero, que no se ha de cuestionar. Ante todo y sobre todo el predominio, si, en este caso imparcial de la calculadora que atina, no yerra en el resultado entonces para que azotarse, si el único azote que merecemos, incuestionable, aún más matemático que la suma, la resta y, 
es el latigazo del viento que nos sopla de frente, un golpe de fuerza que olvida en el cajón, la nostalgia de lo que pretensionamos y que, desde ese punto, yo y tú enamoraremos algún después, después del final.

15

En un conjunto de catástrofes se devanan los sesos aquellos que intentan ponerle un freno a la consumación, cuan devastadores de mentes aprovechados en el patriótico estado del conocimiento propio de su interés por las enseñanzas de otros, ellos, afirmándose sobre el ciclón de pezuñas que bien conocen 
que tras el telón son pies, pies, con tobillos, dedos, uñas, normalidad de forma, unificación al control sobre quebrarse digo, pienso si merece en algo pensar, cuando desaparezca la sábana que cubre la afirmación y mecánicamente funcione un diálogo exterior de primerizo rayo callado no de secundario trueno ensordecedor, igualitariamente el aprendizaje y la iniciación, un pequeño rasgo que mencionarlo tal vez sea innecesario porque la dinámica es en si precisa, puede ser de algún interés esta opinión descuartizada en el matadero que endurece lo ya endurecido, aún más. En el lugar en el que ahora te ubicas sin temor a resbalar, sin duda ganado y verosímil trofeo, no lo alces, no lo levantes demasiado, no le des tantos besos en el ajuste, desplázate, desplázate también, un poco a la lógica infantil.

16

Todo tiene parte en un sollozo, 
que no expresiona un fracaso mejor una menstruación, que asimila más que eyacular por el hecho de la sangre, no siempre es fecundar o la fertilidad el resultado apropiado a la exposición de arte de un nuevo museo, a veces el resto, lo sobrante, lo que pudo ser está mayormente dispuesto a la obtención de aquello a donde siempre quisimos pertenecer, sin que entre de una irremediable sentencia nuestra debilitada y no al tacto apetecible consciencia, no ,no tenemos porque saberlo, ni intuirlo, esa no es su consistencia pero al igual que un ladrillo no conoce lo frágil de su dureza en nuestro caso desconocemos lo contrario, la dureza de la fragilidad con la que nos encadenamos a lo que resulta más dificultoso pero las cadenas se pueden romper, las cuerdas desatar, todo laberinto conduce a una salida y podemos entusiasmarnos en la compresa, una implicación más bien que un retorno y con unas gafas graduadas en el baño ver, mirar, observar en la muerte o en lo viejo, la vida sangrada igual que una virgen aunque solitariamente mejor nacida.

17

Si el exótico viaje a la tristeza no fuese
más que un rumor de esos que corren, vuelan al difamar de una entrega, empozaríamos casi sin resolución de vuelta, de la curvatura de la saludable madre a la planicie que merma el sudor, que dicha entregarnos al destrozo del nervio cuando esto es capaz de encontrar la adecuada solución al caso que se
entrepone al entorpecimiento del más torpe. Embarcarse en una jugada de menor o mayor aislamiento, siempre en cuenta, una tendencia a sobrepasar la antigua expresión que por formulismo cae en desuso es una porción del pastel que nos toca apretar tras el desayuno, tras comer, cenar, aunque debamos desabotonarnos el pantalón y el estómago nos parezca un rebosamiento, el dulce nos lo hemos de tragar aún no apeteciendo y por fuerza sin esfuerzo porque gusta probarse un traje nuevo.

18

Resalta al sol brillante en el campo, la Universidad, las repartidas facultades laboreando con las manos los utensilios que forjan en la cosecha, los estudios de la labranza y dime arquitecto, abogado, médico,
que rango te superiora al campesino que apenas pudo pisar una escuela si el tractor acelera más rápido que tu Mercedes, no generalizo, no, entre vino tinto y barajas, entre ollas y sartenes más sincera, o por lo menos más rasa la sonrisa que el disimulo de un dinero que se acentúa con la gracia de un tráfico de labios forzados a quejarse de abertura. Parece la deshonra a quien clavó los codos pero es que entonces los codos eran hueso con carne, y quedan, muchos, intento creer, mas dejando la comparación que en si es una inútil arma de fogueo, peor, mucho peor si no la encauzas a una igualdad donde cada árbol o columna puedan subsistir en cualquier estado. Estoy satisfecho con lo poco que quise o pude derramar con los codos y en mi pequeño y casi ridículo y importante en mi minúscula edad, trabajo de aguador.

19
 
No sigáis esta suerte de compromiso convencional, en el que no se cuestiona al defraudador de impuestos, ni, se le ensalza, porque aunque sus billetes los admiten en
los bancos, en las salas de juego, no veréis ni a una sola farmacia aceptando calderilla.
Renombrad los árboles desposeídos del bosque al que nacieron, las marchitas flores de pétalos hermosamente desgastados, el apagado sol que tanto enfría con el cortejo de tormentas al pellizco de ese canto que os pido, renombrad esto y cuanto más, al calor vivificante de una primaveral existencia, alejados ya del ciclo estacional, que en su belleza y causa de ida y vuelta, no exento de una naturalidad conveniente a la contribución permanente, y por precisión, por precisa permanencia demos un giro al timón y encajemos más lo adaptado a lo que deseemos adaptar, con la cartera explotada de abundante esperma que fecunda liberaciones al entorno de nuestra única y elegida estación.

20

Amo tanto el olor de tus huecos como la costumbre de vagar incesantemente a los pastizales del ganado vacuno, sin haberme acercado tanto, de algún modo sé que las ubres de la hembra huelen a ti, en tu prematura preñez de hierba y leche de manantial, pintada de negro y blanco una india salvaje de pacificación con los pechos descubiertos de donde el pequeño ternero que abre los ojos al vistazo mama de la madre, aún más verdadera por haber sembrado la batalla de su inverosímil aspiración de animal, que la vaca pariente que con ella comparte el biberón.

21

Constatar una negación que se afirme con la gravosa y certera capacitación del ayudante del crematorio, en la constante abreviatura de un monologo hacia las colinas de serpenteantes caminos y ríos, no destaca por su comunicación de chirriante o blanda blancura, sino por otra más carnal, la del audífono tras la oreja que nos devuelve a todo sonido, a toda sordera, en el paseo de la mañana cuando compramos el periódico, esa prensa que nos aplastaría si sólo nos apeteciera el blanco. Vueltos al ceñir de sabernos no solamente una apariencia de resuelta desequivoquización, también crueles, sin maldad, traicioneros, con el deber de la devolución, y tiernos con mal humor, y la diversa gama de tonalidades con la que sepamos acertar en su medida lo importante del amor, del respeto de cualquier cartucho que quememos en la intención de abrirnos, de dilatar la pupila para que por ella nos entre una querencia mejor.

22

Encima del periplo que lleva a todo 
lugar, se posan las dulcificantes cucharaditas del azucarero, el periplo que traslada a un viajero de cuatro patas de una estación subterránea a las desnudas atmósferas del reino semilla, sin labrador que pueda estropear la cosecha drenada, por la venturosa tierra que recuerda su fértil aroma de madre enjoyada. Rubios y preñados ciclones avanzan en cuadrilla entre las olas tremendas, se engalanan con miel para remar hacia la costa salpicada de orillas encontradas y descargar el sustrato caliente en las piernas del viajero.

23

Un aislamiento, un traspiés, que remansa o revuelve igual que una pequeña brisa a unas hojas sueltas, a una orgía de daño que mudó en lógico bastón que primeramente sujetó la ardilla que tanto se mueve para después encaminar un rumbo ya sin el, deslizar una carta por debajo de la puerta y abrirla y leerla, cambiar el posicionamiento, tomar el mando sin taladrar la pared, la pintura en el suelo aún puesto el clavo, y mientras el naufrago se divierte en casa con el cochecito o el tirabuzón, entretanto, relleno el horizonte con piedra tallada, un muro de alidrallamiento pulido que permita en él dibujar una isla visible desde el mástil donde miro.

24

La mesa bien arreglada y un centro de flores, hambre de llamas, de quién puede ser ese silencio que cose lo que se constituye en verdad o mentira, ya sea que duela, abrace, el silbar del viento lo rompe, lo quiebra y no dudo en palidecer a la luna los atascos que no existen, es fundar sobre un fusil el amanecer que llega por la entrega a una puerta entreabierta. No acaso es tampoco lijar lo lijado aún antes de creer en la impostura, vamos, voy con lo que puedo agarrar en estas manos que cogen y sueltan para la elección de la vela más rápida o la más lenta, porque siempre la lucha de la meta, de ser el primero, aunque quizás no me importe tanto el puesto como la tranquilidad de un oleaje limpio mas sé y espero el huracán.

25

Para llegar, para llegar, antes de hacerlo, para descolgarse de entre las lianas de una jungla donde resolver es casi imposible, sin un acertijo que acerque los distintos labios y los unifique en un global beso de rebosantes cazuelas, no es un flotador, es revestirse y sobre las puntillas, unos, otros, los demás, quien quiera, retorcer la toalla y exprimir la gota del movimiento, verdadero movimiento en Polonia, Escocia, Brasil, Nueva Zelanda, Laos, Camerún o en el protagonismo que no necesito pero implico en mí, es real, más de lo que enseña la mirada que fantasea hacia el fondo del lago que hubo de conformarse sin tomar su posición de amplitud oceánica.

26

Convertirse en paciencia de remotismo porque sabes en la superficie de la piel y dentro de los huesos que hasta que el filo de la navaja no acabe de cortar, apurar el afeitado de las rocas y las plumas no podrás aterrizar en tu destino, programado, como desde una computadora que en la cabeza trasladas, a un erótico y espumoso caladero de desembarco, algún día. Conocer al igual que conoces, el florecimiento de las arenas de las playas del norte, en tu país de la encerrona del viejo continente, el insalubre Cantábrico, París ingobernable, y al final un conjunto tan razonablemente humano desde la embarcación, que rumbo al sol eterno, no apaga el sol que esquivé tras su cárcel de luz agotadora, mortal.

27

Sesgar una juvenil juventud en desarrollo de utilidad para una posible adecuación al ambiente regular, poseyendo una limitada visión, herética visión de ojos cerrados al par que abiertos, pudo ser el acento que se borró de la palabra de mi voz europea, española, asturiana, avilesina, mundial.
No es una queja explorar, como antes había desforestado, aún en ese mismo talar, de toda la putrefacta madera que reuní, la escrituré en un ordenamiento que la rehabilitó a un árbol de fruta y hojas siempre verdes.

28

Puede ser que te diviertas escuchando antiguas canciones o canciones de moda, pero mi juego es una solución tan austera que quizás te aburra, no culpes a la radio ni la excuses de su vibración a las labores del oyente mas mira, cambia de frecuencia, a esa que ni siquiera existe, para poder aletear en una nueva música, futura, no instrumentada, no escrita, tan sólo y de una forma que casi conlleva demasiado formulismo, intuida y será todavía mejor cuando pilotes tú mismo las hélices desnudas del afinamiento, del chillido, de la costumbre de tejer la voz con ríos y avestruces, esto es propiamente tuyo, la voz que no ha hablado aún en la más hermosa canción, la que nunca lo hará en un concierto público ni en una rebuscada cadena de pago, no solamente en lo más alto de la montaña podrá ser oída, solamente como un eco vagabundo de una cierta poesía.

29

Cuando al final lo tenía todo atado,
cuando por fin lo tenía todo atado
lo anudé más fuertemente, en el billete que trasborda al pasajero de un acorazado a un mercante, el caparazón desaparece y hunde la artillería de falsa tentación en el transporte, de carbón o bananas que encuentro junto a los filipinos
que aplauden español, una compañía de armamento más firme, más capaz, de soportar piraterías cobardes de barcos bucaneros, también, accidentes marítimos de grandes crestas y, ante todo, a mí, a mi peso mayor que la carga que lleva en las bodegas, porque el que se encuentra ante el deber de una constante evacuación de los residuos tóxicos al tanto que no les puede dar un entierro sino un reciclaje, no es labor de guerra o defensa, más bien tiene una equiparación con la capacidad de almacenamiento.

30

No quise darme cuenta de lo mucho hasta que tu flor se deshizo en mis cabellos, ralos, salida de un cortometraje de siete minutos y negarte a la película de una vida que acostumbra a exprimir el metraje a una duración eterna. Por eso contigo, agarrado a la solapa de la chaqueta de nuestro invierno, esta balsa, esta que nos adentra en un charco que no cesa de alargarse, en una bandera escribiremos el nombre y el apellido del olvido que retorna a la participación en el nuevo domicilio.

31

No hace tanto el tiempo que me he ido desde aquí a otro lugar, donde es más afilado el corte que cae, abrupto al océano, en este peñón de una distancia convalido, cual fuera el comienzo y cual el destino, con bastante rapidez en el pensamiento llego, cargado de tormentas, huracanes y flagelaciones, y, me anclo un rato largo en el momento porque sé que es lo más cierto, aúnvhacia delante quiero ir, en una regulación maternal, pero, cuestión tras cuestión de segundos escondidos se encadena el tiempo en decisión, sin que le dé tanta importancia a que los minutos sean horas, las horas, días, estos semanas, meses, años o un siglo de pertenencia que resulta que tal vez un funeral marítimo posea igualmente el cariño isleño de pisar firmemente la tierra.

32

No quiero salir de caza sin el acompañamiento de la mañana que desperdicie la luz en fulgores donde las madrigueras se escondan y los pájaros aniden, una fosa nasal que sangra de casual conveniencia habría de bastaros hoy como triunfo para vuestro salón de ratones, no sé porque me habréis convencido, aunque en la formal dinámica, tú mandas jefe. Estoy contigo, en el acuerdo, de un sostenido matadero, mas no por querencia de masturbado gatillo, no, no practico por las calles el tenedor vegetariano aunque el cinturón donde amarras las perdices, que un disparo sería suficiente, te apriete los testículos en el gozo del criminal al delinquir de un atraco de ceniceros.

33

En el propósito de la enmienda, entreguémonos a un acelerador de partículas que tropiecen en una sonrisa o una ley universal de partituras no iguales, si diferenciadoras de los aspectos de los cielos, de las sentencias, de cualquier encuentro de choque para en el balanceo de nuestros niños, los situemos también con la risa, en un idéntico campo de normales desinteréses, intereses, crecidas, decrecidas en profundidad de aliento que de multiplicada apertura, solicita una rescisión a veces del contrato de tanta sobreabundante cantidad.
La vuelta a la canalización del riego en Venecias inundadas donde el remo y el agua y San Marcos al fondo, muy al fondo procuran postales de salpicaduras y en el centro, una idea, el próximo año, Moscú.

34

Importes que se han de pagar, excluidos o incluidos hemos hecho un apalabramiento con débil soporte, un soborno al carcelero, una palmadita al juez y un jurado que no concuerda en darnos una explicación a la papeleta. Unos por otros, otros por unos, y qué, si resuelve esta causa de nuestra inexperiencia al posicionamiento de superioridad o inferior categoría que marca el ADN, sin que lo supiésemos, sin darnos cuenta por una estructura solamente vitoreada en los microscopios, es que, yo, en el laboratorio descifro que mi ciencia, mi biología es de la misma especie de las facultades de un mendigo de mendigos de Haití, y ahora, enmascarados, tras un pestillo los que al azar nos rodean, nos enjuician, en su misma figura con veinte dedos y una lengua que es la mía, la de todos al debate del lápiz que escribe la culpa por desobediencia al saltarse el muro de la insegura seguridad.

35

Muy al pronto, tras el amanecer, en una escueta longevidad posicional de un grano de arena en la orilla de la playa, de esos que la marea arrastra hacia su vientre acuático, y puede lo devuelva o se lo guarde, los tobillos bañados en espuma y no sé mirar más que a la corriente que se sigue tragando granito a granito algunas vidas como la mía. Suerte de abrasiva y despojada explosión, terremoto marítimo que sin devastar, devastó y en una playa, otra, nueva, un finísimo, apenas perceptible grano de arena, saltó de la orilla al arenal, ¿qué?, qué será el viento, otro enemigo que salvar, no, no el pequeñito sin miedo al aire, al sol, al mar, con el resultante temor que le debe a la superficialidad, conviene protección contra las actividades, mas que reparos, si al tanto que nos aplasta una apisonadora una supervivencia de superficie nos vuela al cielo engalanado de la claridad que persigue el afecto.

36

Es tanto el tiempo que poseo para malgastar el pensamiento, que represento nostalgias con diferentes finales de destrucción o inutilidad, para el mañana en menor cuantía, pero no distingo alguna vez del deseo corriente al desproporcional tambor que toca siempre lo que le elijo en desmesura. Y cuando en el instante que dura un cambio de canal, reprogramo, continuadamente reprogramando el presente, que con algún matiz de cambio al salir de casa, es tremendamente hostil y pacífico con el mérito que le doy a ser el momento apetecible por unión a la milésima cimentada en una separación, que poisibilitó mi vuelta al chupo, que y ahora, lo busco, no lo encuentro y lloro, humano.

37

Grabé en una lápida la fecha de mi nacimiento y a la vez la de mi muerte, y por una casual coincidencia, coincidieron el mismo día, han pasado unos años, pocos, muchos, bastantes, si bastantes, y aquellos números tallados en el mármol siguen en su horario, pero el nombre que junto a ellos yace no es mío, ya no es el mío aunque me llame igual, y el rostro que le dí, a esa perfecta tumba también parezca yo, no lo soy. Todo es igual, todo diferente, tanto vivo, tanto muerto, yo existo, cierto.

38

La balanza no tiene por qué dar el peso exacto, puede o deba tener algún desequilibrio en el ajuste de la aguja que gradúa la precisión del conjunto masivo que abriéndose paso entre la arboleda no es rotundo al circunvalar el árbol que mecaniza por vena la inquietud que nota el arroyo y la mariposa cuando se acerca la primavera, comprometerse a buscar una salida para el yugo que aborrece quitar es también igualdad, en el abanico de soles donde las piedras calientan a los lagartos a la captura de un insecto, es necesidad este obrar, el caer para subir pero si fuese en un aislado caso que convendría para satisfacer u obedecer al desarrollo, no sería que tuviese que darse un descontrol en el graduamiento mas es del todo imposibilitador lo que no debiese tampoco ser desesperanza, una unidad del viento y el aire que las nubes convierten en diferencia en una absorción compleja.

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Básicamente sin charlatanería, con el pecho abierto en un arrozal, tan húmedo que no se logra distinguir, del pantano o de la llama en los que el apagador no se ganaría el sueldo. Te cuento, saltador de vallas, lo que no es de echar en falta, un préstamo de propaganda, un recibo domiciliado, puede que, igual un poco de gas butano para quien siempre respira aire limpio, tonterías porque es a modo de contaminarte con una lanza de puntiaguda bravuconada, está el sol, está la tierra, está el hombre y el gusano que devora las hojas del otoño, cuando al anochecer de una vela duerme entre el cartonaje del supermercado, yo, en la confirmación que es posible conciliar el veneno y la frescura de mi dormitorio.

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Sentado en el hueco de tu axila, con excedencia de alimento, y logradamente dispuesto a caerme de ese refugio materno, no reprochando el trigo de los cabellos que desposan el dedo del sol que inventaste para mí, me voy, apretujado del montón de flores, a otro campo, a otra actriz, y no te desmerezco, no, quiere esta señorita, esbelta, atractiva, mostrarme el restaurante donde suele hacer su comida diaria y al mismo tiempo darme una instrucción del buen manejo del cuchillo y tenedor.

-Enero 2010-

© Borja Wallace Parra Álvarez,
книга «DEFORMANDO LA COMPLACENCIA».
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